LA SANGRIA. UN TRATAMIENTO MEDICO DE 2500 AÑOS DE ANTIGÜEDAD

En los tiempos actuales estamos tan acostumbrados a ser atendidos por la medicina moderna que no somos conscientes que tantos adelantos como, la existencias de los gérmenes, la anestesia, las transfusiones, las intervenciones quirúrgicas habituales y los antibióticos, hace poco más de cien años no existían.. Y muchos de los modernos métodos diagnósticos como la ecografía o el escaner apenas llevan unas décadas entre nosotros..

Pero durante más de 2500 años (dos mil quinientos años) los únicos tratamientos activos, al margen de los medicamentos de origen vegetal, fueron las purgas y las sangrías.2500 años son la mayor parte de la civilización occidental.

Hipócrates, (460 a 380 AC) recomendaba la práctica de la sangría. No fue el introductor de la sangría en la terapéutica pues la comenta y utiliza como algo ya conocido. No hemos podido concretar en que fecha se comenzó a utilizar.

Por otro lado, bien entrado el siglo XIX tenemos constancia de su uso, al menos en España. El Dr. Carlos María Cortezo, nos deja constancia de ello en sus memorias. El Dr. Cortezo comienza sus estudios de medicina en el año 1864 y nos dice que en aquella época existían en España 16 títulos distintos para la práctica de esta profesión. Recomendamos a nuestros lectores el artículo La Medicina en España en el Siglo XIX publicado en este mismo blog.

Entre todos estos títulos, tres eran referidos a los cirujanos. En primer lugar los cirujanos latinistas o de primera clase, que estudiaban y recetaban en latín. En segundo lugar los cirujanos romancistas o de segunda clase, que estudiaban y recetaban en el idioma romance, es decir en español. Y los cirujanos sangradores o de tercera categoría cuya función era obvia. Además, entre los ayudantes estaban los barberos con licencia para practicar la sangría y la aplicación de sanguijuelas. Hablamos de la segunda mitad del siglo XIX. Hipócrates vivió en el siglo IV AC.

LOS FUNDAMENTOS DE LA SANGRIA

Para mejor intentar de entender los fundamentos en los que se basaba la práctica de la sangría debemos recurrir a la doctrina humoral de Hipócrates. Se entendía por humor un fluido más o menos acuoso contenido en la sangre y que permanecía inmutable durante la buena salud. Su alteración conduce a la enfermedad.

Para Hipócrates existen cuatro humores fundamentales: la sangre, la flema o pituita, la bilis amarilla y la bilis negra o melancolía. Cada uno de estos humores era el soporte de unas cualidades elementales. La pituita lo frío y lo húmedo. La sangre lo caliente y lo húmedo. La bilis amarilla lo caliente y seco. Y la bilis negra lo frío y seco.

Galeno (129 a 216 AD), utiliza estos humores para establecer una tipología biológica de los individuos, que se clasifican en sanguíneos, flemáticos, coléricos y melancólicos.

Estos conceptos van a permanecer prácticamente inalterados durante muchos siglos. Y va a servir de base a la justificación de la sangría: eliminar todo lo que sobra, lo que por causa de la enfermedad se ha añadido al cuerpo humano y altera el equilibrio de los humores. Eliminar lo que sobra, lo que no debería estar en el cuerpo. Esta situación de exceso, Galeno la denominó Plétora o Plenitud.

LA PLETORA

Galeno define la Plétora como una superabundancia de humores en la totalidad del organismo. En esta situación pletórica Galeno recomienda la sangría para extraer del cuerpo el exceso de humores cuya abundancia puede fijarse en algún órgano produciendo inflamación y corrupción.

Avicena (980 a 1037 AD), nacido en Persia y autor de numerosos tratados de medicina árabe, se nutrió de las traducciones de las obras de Galeno y Aristóteles y de otras obras de la cultura griega. Sus ideas médicas siguen la teoría humoral de Hipócrates con ligeras variaciones. Menciona la plétora como situación en la que la sangría era necesaria. No nos deja una definición de la plétora, seguramente porque daba por hecho que era un término bien conocido. En caso de plétora “el único remedio es la sangría y haz salir de cada órgano lo que deseas que expulse”, nos dice. Sigue a Hipócrates en su recomendación de sangrar mejor en primavera y otoño así como la mejor hora del día.

Ya en el siglo XVI, el prestigioso cirujano de Carlos V y Felipe II, Dionisio Daza Chacón, reconoce dos tipos de plétora. La plétora propia sucede cuando la sangre y los otros humores aumentan proporcionalmente. La plétora impropia sucede cuando con la sangre aumenta desproporcionadamente solo uno de los humores. Los siglos transcurridos y la experiencia acumulada permitían afinar los conceptos.

LOS EFECTOS DE LA SANGRIA

El propio Daza Chacón no esconde su entusiasmo por la sangría. Reconoce cinco razones para hacerla. La primera es disminuir la cantidad de la sangre, como en los cuerpos muy pletóricos, y aunque no lo estén si hubiera dolor o inflamación. La segunda, para revertir como cuando hay un fluxo de sangre por las narices que sangramos el brazo del lado de la ventana por donde sale. La tercera para llamar a la sangre, como cuando sangramos en el tobillo para que baje mejor la regla. La cuarta para alterar el cuerpo, como hacemos en las grandes calenturas, que sacamos la sangre que está hirviendo y enfriamos la que queda. La quinta para preservar que uno no caiga en enfermedades en las que tiene costumbre en caer.

Ya en el siglo XVII, el Dr. Gui Patin, decano de la Facultad de Medicina de París, defiende este tratamiento ante sus detractores: no existe remedio en el mundo que haga tantos milagros como la sangría. Reprimir la impetuosidad del humor vagabundo, vaciar los grandes vasos y castigar la intemperancia del hígado, esos son sus efectos. El propio Dr. Patin declaró haber sangrado trece veces a un niño con pleuresía y le curó. El mismo, por un mal resfriado se hizo sangrar siete veces con buen resultado.

LA TECNICA

En principio la técnica de la sangría es muy sencilla. Consiste en hacer una pequeña incisión o puntura en una vena superficial y una vez drenada una determinada cantidad de sangre, se consigue la hemostasia por simple presión. Se puede hacer una sangría en cualquier vena superficial del cuerpo, pero cada enfermedad requiere sangrar una vena determinada.

Tradicionalmente dos han sido las teorías sobre donde practicar la flebotomía o sangría, la revulsión y la derivación. Según los partidarios de la revulsión, el corte se tenía que hacer en una vena alejada del órgano enfermo. Los partidarios de la derivación consideraban que la vena elegida tenía que estar lo más cerca posible del órgano a tratar. Generalmente, los médicos occidentales seguían a Hipócrates en su preferencia por la revulsión mientras que en la medicina árabe se practicaba más la derivación.

Las venas más utilizadas siempre fueron la venas superficiales del antebrazo, por su fácil acceso. Estas tres venas, llamadas por los anatomistas venas cefálica, basílica y mediana pueden verse con facilidad en la cara anterior del antebrazo. Si se comprime en brazo con un torniquete, estas venas se dilatan y son más fáciles de ver. Nuestros lectores lo habrán comprobado cada vez que se hayan hecho unos análisis de sangre pues son estas venas las más utilizadas para la extracción, generalmente a nivel de la flexura del codo.

Pero cualquier vena superficial del cuerpo se podía sangrar según la naturaleza y la localización de la enfermedad. Incluso las venas más pequeñas e insignificantes podían ser utilizadas como veremos más adelante.

INDICACIONES

Hipócrates nos deja un buen catálogo de indicaciones para sangrar. Mejor en primavera y otoño y excluye las mujeres embarazadas porque la sangría puede provocar el aborto. También excluye a los niños. La dificultad para orinar se trata con la sangría pero debe hacerse en los vasos internos. En el dolor de cabeza es bueno sangrar la vena perpendicular a la frente. Los dolores de espalda que se transmiten al codo, se curan con la sangría. Los dolores de los ojos ceden al vino puro, al baño, a los fomentos, a los purgantes o a la sangría.

Galeno utilizó la sangría como tratamiento del paludismo. Y de la plétora. Durante el sueño tuvo una visión por la que estableció la indicación de sangría a un paciente enfermo del bazo.

Con Avicena las indicaciones de la sangría adquieren una gran complejidad. En el anciano pletórico y robusto deba hacerse dos veces al año, en primavera y otoño pero evitando sangrar la vena cefálica. Cuando el hombre llega a los 70 años de edad, debe sangrarse solo una vez al año pero evitando la vena mediana. A los 75 años sangrar la vena basílica. Después de esa edad deben evitarse las sangrías.

Pero Avicena el catálogo de sangrías es abundante. Lógicamente en la plétora, que se manifiesta por hemorragias nasales ,de las encías y de los oídos. Las hemorroides también entran en este apartado. También en diversas enfermedades internas y externas de la cabeza y las extremidades. En la inflamación de las orejas, en la conjuntivitis. Inflamaciones de la lengua, encías y amígdalas. Para no alargar más esta lista solo mencionaremos la migraña y el vértigo. Y la pleuresía, que sería durante muchos siglos la indicación más importante de la sangría.

LA PLEURESIA

Una de las grandes indicaciones concretas de la sangría (la plétora era más bien una indicación general) fue la pleuresía que se refería a enfermedades del pulmón. Sin posibilidad de hacer un diagnóstico preciso, este término podía incluir la neumonía, el cáncer de pulmón, el neumotórax e incluso los dolores costales de cualquier causa. Hipócrates lo llamó doloris lateralis y consideraba que la sangría era el mejor tratamiento.

En el siglo XVI la controversia entre pleuresía y sangría alcanzó gran virulencia no solo sobre sus indicaciones sino sobre su técnica, sobre que vena había que abrir durante una pleuresía.. Los partidarios de la revulsión recomendaban sangrar una vena alejada de la zona afecta. Pero como cualquiera de los dos brazos estaban bastante alejados del lado afecto de pleuresía, tanto daba sangrar en un lado u otro. Esta opinión fue predominante n el tratamiento de una “epidemia” de pleuresía ocurrida en París en 1514. En España hubo partidarios de sangrar en venas próximas al punto doloroso.

Finalmente fue preciso recurrir a un consenso en la llamada Consulta de Bolonia presidida por el Papa Clemente VII. Se declaró que debía sangrarse en las partes sanas y remotas al principio del mal, pero cuando el mal está muy avanzado es mejor sangrar en las venas más cercanas. Todos contentos.

Aun así, el debate no quedó completamente resuelto y la Universidad de Salamanca pidió a Emperador Carlos V que publicase un edicto fallando la polémica a favor del criterio árabe, es decir de la sangría en puntos próximos. Carlos V no aceptó esta petición cuando supo que el Duque de Saboya había fallecido después de hacerle una sangría por el método árabe.

El médico y anatómico Andrés Vesalio había publicado su obra Humani Corporis Fabrica en 1543, obra con la que puso al día la anatomía humana basada en la disección directa del cadáver del hombre. Sus conocimiento de la anatomía de las venas fue causa de que diversas autoridades le pidiesen opinión sobre como realizar la sangría y el mejor lugar para hacerla. Vesalio publicó su Carta Sobre La Sangría en la que en los casos de doloris lateralis o pleuresía la sangría se hiciese siempre en las venas del brazo derecho. A esta conclusión había llegado por su descubrimiento de la vena ázigos mayor, que corre a lo largo del tórax en el lado derecho y desemboca en la vena cava. A esta vena ázigos o a la propia cava, que también esta en el lado derecho, desembocan también las venas del lado izquierdo. Vesalio no llegó a detectar la vena ázigos menor cuyo trayecto está en el lado izquierdo. No sería hasta 1628 cuando William Harvey dejaría aclarado el sistema de la circulación arterial y venosa.

Esta controversia se refería al tratamiento de lo que se entendía como pleuresía, diagnóstico que como hemos dicho más arriba era muy poco preciso.

CONCLUSION

Este ha sido un breve resumen de lo que la sangría ha significado a lo largo de la historia de la medicina. Hoy nos cuesta asimilar que a lo largo de toda la historia de nuestra civilización, los únicos tratamientos activos de que se disponía eran las purgas y las sangrías. Ambos tratamientos indicados y practicados sin más criterio que “así se había hecho siempre” y apoyados por la autoridad de los más antiguos médicos conocidos como Hipócrates y Galeno. El sentido común y la cuidadosa observación no bastaban. Ni Hipócrates ni Galeno conocieron la anatomía del ser humano pues apenas hicieron algunos estudios en animales. Hasta 1543 Vesalio no publicó su verdadera anatomía humana y hasta 1628 Harvey no describe la verdadera circulación de la sangre. Esto sucedía en los siglos XVI y XVII cuando Hipócrates vivió en el siglo IV AC. Avances en la anatomía, no siempre precisa y siempre combatida por el inmovilismo de las corporaciones médicas. Los personajes con mejor acceso a la medicina de su tiempo, reyes, reinas, grandes nobles, purpurados, Papas, fueron tratados por los mejores médicos con purgas y sangrías. Podemos recordar casos bien conocidos como Felipe IV, Carlos II, el Conde Duque de Olivares, el cardenal Richelieu y seguramente muchos otros cuyos tratamientos no figuran e los libros de historia que generalmente olvidan que las grandes figuras de la historia son seres humanos y, por lo tanto, sujetos a la enfermedad y la muerte.

Gran aforismo el que dice que la enfermedad y la muerte al pobre y al rico igualan.

UN MOMENTO, AUN QUEDA ALGO

Todavía hoy en día se practica la sangría, conocida por el término más moderno de flebotomía. Hay enfermedades caracterizadas por un exceso de glóbulos rojos. Son los casos de las poliglobulias como la polcitemia vera o como la hemocromatosis. La sangría permite extraer lo que sobra, como era la intención en tiempos antiguos. La diferencia es que ahora disponemos de medios para hacer un diagnóstico preciso y para calcular con exactitud la cantidad de sangra a extraer.

También podemos incluir en ese apartado de sangría moderna a la donación de sangre. No sobra sangre pero el cuerpo sano puede prescindir de una pequeña cantidad que el organismo repondrá en pocos días.

No todo ha sido inutil.

Para realizar este artículo, nos hemos ayudado de los siguientes textos:

Aforismos de Hipócrates. Traducción de Antonio Zozaya e 1904. Versión de Editorial Maxtor. Valladolid, 2014.

Pedro Laín Entralgo. Historia de la Medicina. Salvat Editores. Madrid 1982.

Carlos María Cortezo. Paseos de un Solitario. Ruiz Hermanos Editores. Madrid 1923.

Avicena. Poema de la Medicina. Editorial Trasantier, Valladolid 2020.

José Barón Fernández. Andrés Vesalio. Su Vida y Su Obra. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Valencia 1970.

Sarane Alexandrian. Historia de la Filosofía Oculta. Ed. Valdemar. Madrid 2013.

Concepción Soriano de la Rosa. La Obra Quirúrgica de Dionisio Daza Chacón. Tesis Doctoral. Salamanca 1958.

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