CARLOS II EL HECHIZADO, REY DE ESPAÑA. ENFERMEDAD Y MUERTE

El rey de España Felipe IV casó en primeras nupcias con Isabel de Borbón. Con ella tuvo 6 hijas que muerieron antes de cumplir un año de edad excepto una de ellas, la infanta María Teresa que se casaría con Luis XIV de Francia. Pero además tuvo un hijo, el príncipe Baltasar Carlos, destinado, en principio, a suceder en el trono a su padre. Pero este príncipe muere de niño y el problema sucesorio se hace evidente.

El rey Felipe IV vuelve a casarse, esta vez con Mariana de Austria. Con ella tiene una hija, la infanta Margarita, destinada a casarse con el Emperador de Austria, Leopoldo. Tiene otro hijo, el príncipe Felipe Próspero, que muere a los cuatro años de edad. Y finalmente, la reina Mariana de Austria, da a luz a otro varón el día 6 de noviembre de 1661, quien sería el futuro rey Carlos II. Este embarazo, según los maledicentes producto del último coito del ya envejecido rey, cursó sin contratiempos. La  reina dio a luz en el Alcazar Real, rodeada de reliquias y atendida por una comadrona. El niño fue bautizado el 21 de noviembre recibiendo los nombres de Carlos, José, Joaquín, Leonardo y los de otros doce santos más.

Aunque oficialmente el nuevo príncipe era un robusto varón, la realidad es que fue un niño enfermizo que necesitó de grandes cuidados. Fue amamantado hasta los cuatro años de edad por catorce nodrizas propietarias y otras catorce de respeto (suplentes por así decirlo).  Su constitución era tan débil que cuando muere su padre, el rey Felipe IV en 1665, Carlos, que tenía cuatro años de edad no podía caminar por si solo. Es más, cuando al cumplir los catorce años  y finalizada la regencia accede al trono, apenas podía mantenerse en pie sin ayuda. Su educación era muy deficiente y a los sieta años  todavía no sabía leer ni escribir.

Su mejor biógrafo, el Duque de Maura, hace una descripción muy esclarecedora del nuevo rey. Dice Maura: no fue un cretino sino un atrasado mental. Mas que por deficiencia congénita, por lentitud forzosa e impericia pedagogica en su formación y por perdurable falta de estudio. No fue abúlico si bien su voluntad adoleciese, como algunos órganos de su cuerpo, de infantilismo raquítico determinado por causas genésicas, a pesar de lo cual llegó a vivir casi cuarenta años, si bien con la precocidad senil de un setentón.

A pesar de todo es Rey y es preciso asegurar su descendencia para el bien de la Nación. En Junio de 1679 se casa, matrimonio concertado políticamente como era obligado, con Maria Luisa de Orleans, bella sobrina de Luis XIV de Francia. En las negociaciones para este matrimonio, el embajador francés envía un informe a su corte  en la que dice textualmente que Carlos II «asusta de feo». En cualquier caso el matrimonio se lleva a cabo sin problemas pero la reina muere sin dejar descendencia en 1689, sin haber cumplido los veintisiete años. Se hace necesario concertar un nuevo matrimonio y esta vez, cosas de la política, se opta por una princesa favorable a los austriacos, María Ana de Neoburgo. El matrimonio se celebra en 1690, no había tiempo que perder. Este matrimonio tampoco tuvo descendencia. Tampoco se esperaba, ya que desde el nacimiento del Rey, las cancillerias europeas daban corta vida a Carlos y negociaban abiertamente y sin disimulo el reparto de lo que quedaba del imperio español.

La salud de Carlos II siempre fue mala. Su aparato digestivo fue siempe delicado. Los episodos de vómitos y sobre todo diarreas eran muy frecuentes. Vamos a mencionar, a título de ejemplo, uno de estos episodios ocurridos por un enfriamiento, según el informe de los médicos de Palacio, despues de una cacería. Este episodio duró 18 días y en este tiempo le fueron administradas cuatro purgas, dos facultativas muy drásticas y otras dos suaves o caseras, tres sangrías y varias tomas de agua de chicoria, repetidos enemas de jugo de ciruelas y hojas de sen, lo que bastó para su restablecimiento. No olvidemos que el Rey disponía de los mejores médicos y remedios conocidos hasta entonces.

Tan mala salud, solo podía deberse a una razón: el Rey estaba hechizado. Padecia todos los síntomas de posesión diabólica: abulia esporádica, arrebatos de cólera, esterilidad, melancolía tenaz y alferecía de tipo epiléptico. No había duda. Carlos II fue exorcizado en el año 1699 por un experto exorcista, el fraile saboyano Fray Mauro Tenda, venido a la corte expresamente para ese fin. Sin éxito.

En el último año de su vida, 1700, la salud del Rey fue a peor. El embajador francés envía un informe a su Corte en el mes de agosto en el que menciona que el monarca español padece constantes episodios de diarrea y vómitos que terminan en desmayos. Médicos en consulta deciden purgarle. La digestión se le perturba a menudo por falta de fuerza y de calor natural. Los vómitos y la diarrea son constantes y el Rey se debilita.

También tenemos los informes del doctor Cristian Gelee, médico de cabecera de la Reina. Este médico, de origen flamenco, escribe el 27 de octubre: ha rebrotado el edema y las diarreas. Ya no tiene fuerzas ni para levantarse y hace sus deyecciones en la cama. Se teme un funesto desenlace.  El mismo día por la tarde el doctor Geleen informa de nuevo: le han administrado al Rey los Ultimos Sacramentos. Puede vivir horas o días. No hay esperanza de que recobre la salud.

Actuación de los médicos ante la gravedad del Rey: ponerle cantáridas en los pies, pichones recién muertos en la cabeza, entrañas de carnero recién sacrificado sobre el estómago para devolverle el calor natural. Nada funciona.

El día 1 de novienbre de 1700, el Rey Carlos II fallece después de 42 días de flujo de vientre agravados los cuatro últimos por una apoplejía. De nuevo Geleen: la descomposición del Rey era mayor que si hubiese permanecido un año en la tumba.

El día 3 de noviembre se realiza la autopsia: no tenía el cadaver ni una gota de sangre; el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones corroidos; los intestinos putrefactos y gangrenados; un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua.

Es evidente que el Rey Carlos II fue un enfermo crónico de algún proceso inflamatorio intestinal, como patología fundamental a lo largo de su vida. Con los datos que han llegado hasta nosotros es imposible hacer un diagnóstico más preciso. Y a pesar de que los tratamientos aplicados pueden parecernos hoy como algo estrafalario, no cabe duda que que eran los mejores disponibles en aquellos días y que el Rey fue atendido por los mejores médicos de la monarquía. Fue enterrado en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial.

De nuevo, y para terminar, tomamos las palabras del Duque de Maura: con la muerte de Carlos II terminaban varias cosas, el año, el siglo y la dinastía.

 

 

 

 

 

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