Es interesante comprobar que se han escrito cientos, tal vez miles, de libros y artículos sobre Cristóbal Colón. Tratan sobre su vida, su misterioso origen, el descubrimiento de América, los distintos viajes de Colón al Nuevo Continente, su familia y sus pleitos con la Corona de Castilla. Pero apenas hay nada escrito sobre la salud de Cristóbal Colón que, como todos los seres humanos, tuvo sus achaques que, a veces, tuvieron influencia en sus viajes y descubrimientos.
Y esta falta de información se debe, sobre todo, a las pocas pistas que dejó en propio Colón, que apenas se refiere a sus problemas de salud en su Diario de a Bordo. Tampoco su hijo Hernando es más explícito en su Historia del Almirante.
El primer estudioso interesado en la salud de Colón se encontró con este problema. Fue el médico Fernández de Ybarra, probablemente de origen cubano y residente en Nueva York, que aprovechando el cuarto centenario del descubrimiento de América quiso investigar sobre la salud del Almirante. Y no encontró nada publicado. Llegó a consultar al descendiente de Colón, el Duque de Veragua, a varios historiadores ingleses y americanos y a los españoles José M. Asensio y Toledo y a Cesáreo Fernández Duro. Todos ellos reconocidos expertos en la vida y obra de Cristóbal Colón. Ninguno de ellos do aportar información sobre la salud del Descubridor. Sencillamente no sabían nada sobre este tema. El Dr. Fernández de Ybarra se puso manos a la obra y consultó todos los escritos públicos y privados que pudo encontrar. El resultado fue una conferencia dictada en el Primer Congreso Pan Americano de Medicina, en la ciudad de Washington D.C. El día 7 de septiembre del año 1893. Esta conferencia fue publicada como artículo en la revista The Journal of the American Medical Association en mayo de 1894. Esta obra es el primer intento conocido en el mundo de interesarse sobre la salud de Cristóbal Colón. Este artículo despierta un tímido interés en el tema de la salud del Almirante y desde entonces se han publicado más informaciones, no muchas, sobre las enfermedades del descubridor de América. De estas obras daremos cuenta al final de este artículo.
La primera mención sobre la salud de Colón aparece en su Diario de a Bordo, en la entrada correspondiente al día 16 de febrero de 1493, en el regreso de su primer viaje. En esta entrada se dice textualmente que el Almirante quedaba muy tullido de las piernas por estar siempre desabrigado al frío y al agua y al poco comer. También en otras entradas de este mismo viaje se mencionan de pasada algunas molestias en los ojos. Hemos de hacer aquí un inciso para aclarar que el Diario de a Bordo escrito por Cristóbal Colón y entregado a su regreso a los Reyes Católicos se ha perdido. Pero existe una copia o reproducción realizada por el Padre Las Casas, que conoció el original y es de suponer que es copia fiel. En este primer viaje participaron dos médicos, el maestro Alonso que viajó con Colón en la nao Santa María, y el maestro Juan que viajó en la carabela La Pinta con Martín Alonso Pinzón. El maestro Juan se quedó en Santo Domingo al cuidado de los marineros del Fuerte Navidad. Pero ninguno de estos médicos ha dejado información sobre la salud de Colón.
El el segundo viaje acompaña a Colón el reputado médico sevillano, médico de la Casa Real, el Dr. Diego Álvarez Chanca. Durante el regreso de este viaje Colón sufre un episodio de confusión mental, inflamación ocular con casi pérdida total de la visión y disminución de la vitalidad. La nave tuvo que regresar a la Isabela (nombre entonces del actual Santo Domingo) donde permaneció enfermo durante casi cinco meses bajo los cuidados del Dr. Álvarez Chanca. Este médico en su informe al Capítulo de Sevilla habla de la gran cantidad de marinos, al menos la tercera parte, que cayeron enfermos por diversas causas, entre las que menciona la mala calidad de las provisiones de que disponían y de alguna enfermedad infecciosa desconocida. Algunos estudiosos han achacado estas cinco semanas de estupor como causada por el tifus.
Al comienzo del tercer viaje, a la altura de Cabo Verde, Colón sufre “un severo ataque de gota, acompañado de fiebre alta”. Esta situación duró varia semanas y al final se acompañó de inflamación de los ojos (oftalmia). Eta es la primera vez que se menciona un problema articular, la gota. En realidad, la mayoría de los autores que se han interesado por la salud del Almirante, consideran que la palabra gota en aquellos tiempos se refería a cualquier tipo de afectación articular. Lo que hoy conocemos como gota, una inflamación de las articulaciones producidas por un exceso de ácido úrico, está claro que no fue una enfermedad de Colón.
Durante su cuarto y último viaje a América, Colón ya era un hombre enfermo. Sus problemas articulares, lo que llamaban la gota, hacían difíciles sus movimientos. Tuvo que construír una cabina en la cubierta desde la que, sin moverse, pudiese ver y dirigir todas las maniobras del barco. A su regreso el 7 de noviembre de 1504, padece intensos dolores articulares agravados por la ansiedad. Desembarca en San Lucar de Barrameda y se traslada a Sevilla para descansar de sus achaques. Es su hijo Hernando, que le había acompañado en el viaje, quien tiene que viajar a la Corte para informar sobre este viaje. Colón, demasiado débil no puede hacerlo hasta el mes de mayo de 1505 cuando acude a Segovia acompañado por su hermano Bartolomé para cumplimentar al rey Fernando. La reina Isabel ya había fallecido. Colón sufre intensos dolores articulares, empeorados por la amargura de verse traicionado por el rey Fernando que no cumplió ninguna de sus compromisos de las Capitulaciones de Santa Fe. Se traslada a Valladolid, decepcionado y enfermo. Se aloja en una vivienda de la calle Magdalena (hoy calle de Colón) que le ofrece un caritativo marino, Gil García. En ella fallece el día 20 de mayo de 1506, probablemente de las complicaciones cardíacas de su problema articular. Su hijo Hernando lo describe así: muy agravado de gota y de dolor y de otro males, dio su alma a Dios el día de la Ascensión 20 de mayo de 1506, habiendo recibido con devoción los últimos sacramentos. Sus última palabras fueron, en tus manos, señor, encomiendo mi espíritu.
Es evidente, a la vista de la información que tenemos, que Cristóbal Colón padeció una enfermedad articular crónica, así como episodios de inflamación ocular, desde la edad de 40 años aproximadamente. Son pocos los datos que han llegado hasta nosotros y, además, de una época en la que los diagnósticos médicos detallados no eran posibles y no se consideraban importantes. Se diagnosticaban y trataban síntomas (dolor, inflamación,fiebre) y no enfermedades. Por esto, los diagnósticos actuales sobre la naturaleza de la enfermedad artrítica de Colón hay que tomarlos con prudencia. Son diagnósticos posibles, nunca definitivos.
El diagnóstico del Dr. Fernández Ibarra, el primer autor que investigó las enfermedades de Colón, es que el Almirante padeció un reumatismo crónico (recordemos que este diagnóstico se hizo a finales del siglo XIX y los diagnósticos eran más simples) que derivó en complicaciones cardíacas que fueron la causa de la muerte. Al parecer en los últimos días de su vida su cuerpo se hincho de forma notable, especialmente los miembros inferiores. Esto es compatible con una afección de las válvulas cardíacas, cosa frecuente en algunas de las enfermedades reumáticas.
Otro diagnóstico ha sido el de artritis reumatoide. Este proceso articular crónico fue descrito por primera vez a principios del siglo XIX y se acompaña frecuentemente de afectación ocular. Se trata de un proceso inmunológico sistémico y evidentemente sin pruebas que lo demuestre, por lo que se trata de un diagnóstico puramente especulativo.
El Dr. Philip Mackowiak, en su documentada obra propone, entre otros diagnósticos de patología articular, propone el de artritis reactiva. Se trata de un proceso reactivo inmunológico articular y ocular que hoy sabemos afecta a individuos positivos para el marcador genético HLA-B27. El criterio de Makowiak se apoya en que fue Colón, entre todos los marineros, el único que sufrió de artritis severa, tal vez porque era portador de este marcador mientras que, supuestamente, los demás marinos no lo eran. Hoy tenemos conocimiento de brotes de artritis reactiva en colectivos con infecciones por Shigella (una bacteria intestinal que frecuentemente causa intoxicaciones alimentaria) y solo los portadores del HLA-27 desarrollaron la artritis reactiva.
Finalmente, en el año 1992 y coincidiendo con el quinto aniversario del descubrimiento de América, el Dr. Leonard Hoenig,de la Universidad de Miami en Florida, aprovecha la ocasión para revisar todos estos diagnósticos sobre las enfermedades reumáticas realizados hasta ahora para concluir que, en su opinión, Cristóbal Colón pudo padecer un síndrome de Reiter (descrito por primera vez en 1916), que consiste en la asociación de artritis, afección ocular y uretritis. Esta enfermedad es frecuentemente desencadenada por algún tipo de infección, frecuentemente una clamidia. El punto débil de este diagnóstico, y el autor así lo reconoce, es que no tenemos datos que indiquen que Colón padeció problemas de uretra. Pero no todos los casos de Reiter lo padecen. Y también es más frecuente en portadores del HLA-27.
En conclusión, lo que no cabe duda es que Cristóbal Colón padeció una enfermedad articular crónica, una artritis, de causa imposible de determinar, que progresivamente le llevó a cierto grado de invalidez y finalmente a complicaciones que le causaron la muerte. Esto es todo lo que podemos decir hasta el día de hoy, a la espera de nuevos hallazgos.
Par la realización de este articulo nos hemos apoyado en las siguientes obras:
A.M. Fernández Ibarra. The Medical History of Chistopher Columbus. The Journal of the American Medical Association. Chicago, May 5, 1894.
Diario de a Bordo de Cristóbal Colón. Historia 16, Madrid 1991. Edición, comentarios y notas de Luis Arranz
Hernando Colón. Historia del Almirante. Historia 16, Madrid 1991. Edición comentarios y notas de Luis Arranz.
Leonard J. Hoenig. The Arthritis of Christopher Columbus. Arch Intern Med. Vol. 152, February 1992.
Philip A. Mckowiak. Post Mortem. Ed. American College of Physicians. 2007.
Aunque no hemos podido consultarle personalmente, varios autores se remiten a la obra de S.E. Morison, Admiral of the Ocean Sea. A life of Christopher Columbus. Little Brown and Company, Boston 1942.