El general Juan Prim muere el día 3o de diciembre de 1870 como consecuencia de las heridas de bala sufridas durante el atentado sufrido pocos días antes, concretamente el día 27. Conocemos las causas médicas de su fallecimiento pero todavía, más de un siglo después, no sabemos quienes fueron los autores ni sus instigadores, que seguro que los hubo.
Nos sorprende que recientemente, hace poco más de un año, se ha puesto en duda la causa de su muerte e incluso se ha llevado a cabo una exhumación del cuerpo del general para dilucidar sobre una hipótesis que, en nuestra opinión y a la vista de los datos que vamos a exponer, no tiene ningún fundamento: que el general Prim no murió a causa de las heridas de bala sino que fue estrangulado. El dictamen del grupo que examinó los restos del general no fue concluyente. Se apreciaron marcas en su cuello pero bien pudieron ser causadas por la apretada ropa militar con la que fue enterrado, ropa que a lo largo de todos los años transcurridos bien pudieron dejar marcas en el cuello. Pero nada se pudo asegurar pues no se encontraron pruebas concluyentes.
Disponemos de los informes de los facultativos que le atendieron, así como del informe de la autopsia. Estos documentos han sido analizados por el Profesor Alfonso de la Fuente Chaos, catedrático de patología quirúrgica de la universidad de Madrid. Este estudio está contenido en la obra “Los Asesinos del General Prim” de Antonio Pedrol Rius, editado por Ediciones Teas en Madrid en 1960. El Sr. Pedrol fue durante muchos años el Decano del Colegio de Abogados de Madrid.
En la tarde el 27 de diciembre de 1870, el general Prim sale del congreso de los Diputados en su carruaje oficial. En la calle del Turco, hoy Marqués de Cubas, el coche oficial es obligado a detenerse por un carruaje atravesado en la calle. Este momento es aprovechado por unos individuos armados que disparan seis veces, tres por cada lado del coche de Prim. Las heridas no son mortales y el cochero lleva el vehículo a toda prisa hasta el palacio de Buenavista, residencia oficial del general. Prim sube las escaleras a pie y sin ayuda hasta llegar a su dormitorio.
Inmediatamente es atendido por sus médicos, el Dr. Cesáreo Losada y el Dr. Juan Vicente. El primer informe oficial de que disonemos dice que estos doctores “le encontraron en la cama y reconocido resultó tener varias heridas de bala, una de ellas en el hombro izquierdo estando fracturada la cabeza del húmero y la cavidad glenoidea”. Otra herida en la mano derecha con pérdida del dedo anular y fractura de lo metacarpianos segundo y tercero. Al día siguiente, el 28 d diciembre, acuden a verle los forenses Mariano Estevan Arredondo y Pablo León. En su informe que no examinaron el estado de las heridas por no considerar conveniente la remoción el apósito, siendo el estado del paciente satisfactorio. El día 29 no se escribe ningún informe pues los a los mismos forenses les fue negado el acceso al paciente por el médico de cabecera, Dr. Losada, porque el general Prim estaba delirando. El fallecimiento se produce el día 30 a las 20,30 horas. La autopsia la realizarán los forenses ya mencionados.
La conmoción producida en todo el País por este crimen fue enorme, como es fácil de entender. Por eso encontramos datos interesantes fuera de los canales oficiales que no son fcimente accesibles. El sumario judicial ocupaba 18.000 (diez y ocho mil) folios y no llegó a ninguna conclusión. Nunca se pudo determinar quienes fueron los responsables de este asesinato. Se trata de un crimen impune.
Pero a nosotros nos interesan los datos médicos. Incluso fuera de los informes oficiales. Son interesantes las opiones de un contemporáneo, el Dr. Antonio Espina y Capo, que en su autobiografía (Espasa Calpe, Madrid 1926) comenta este hecho con gran extensión. El valor d más prestigioso este texto es que se trata del escrito de un contemporáneo. También es muy útil la biografía del General Prim de Rafael Olivar (editorial Tebas, Madrid 1975). Ambos textos nos frecen un dato muy importante: aunque las heridas no eran mortales, si que eran graves. Un ayudante pidió que se llamase en consulta al Dr. Sánchez de Toca, el cirujano más prestigioso de la capital, el mismo día 27. Pero los médicos que atendían al general se negaron, probabemente por considerar que el paciente se iba a recuperar sin más ayuda y, seguramente, no querían compartir el mérito de este caso. Cuando el herido se agravó se pidió urgentemente la presencia del cirujano, el mismo día 30. Pero ya era tarde. El Dr. Sánchez de Toca dijo enfadado que le ahbían llamado para ver a un cadáver.
El informe de la autopsia, que ha sido analizado por el Profesor De la Fuente Chaos, detalla con precisión las heridas sufridas por el general Prim. En la parte anterior y media del hombro izquierdo se precian tres heridas de bala con fractura conminuta de la cabeza del húmero y perforación de la escápula. En el codo del mismo lado, otra herida de bala que ha destrozado la cabeza del hueso radio. La herida de la mano derecha muestra amputación del dedo anular y fractura del cuarto metacarpiano.” Estas heridas han provocado una fiebre reaccional (hoy diríamos sepsis) con congestión de las membranas del órgano encefálico, contribuyendo rápidamente a la muerte” segú dice literalmente el informe de la autopsia.
No hay dudas por lo tanto de que la muerte del general Juan Prim fue causada por las heridas por arma de fuego, con la consiguiente infección de las mismas y una sepsis generalizada, que en aquellos tiempos, sin antibióticos, no tenía tratamiento posible. Siempre quedará la duda, recogida en los escritos de la época, de que si el paciente hubiese sido tratado desde el principio por el cirujano, el Dr. Sánchez de Toca, y las heridas hubiesen sido desbridadas y limpiadas quirúrgicamente, se podría haber evitado el fatal desenlace.
Nota del 24 de mayo de 2021:
Ha llegado a nuestras manos un ejemplar del libro La Masonería en España, escrito por Mariano Tirado y Rojas, mienbro él mismo de la masonería. Se trata de una edición de 1892 (imprenta de Enrique Maroto y Hermanos), es decir de apenas 22 años después del asesinato del General Prim. Por lo tanto el autor fue contemporáneo de los hechos.
El Sr. Tirado nos cuenta que durante los años en que se decidía la sucesión del trono de España después del derrocamiento de Isabel II, existían tres tendencias dentro de la masonería. La primera tendencia, que podemos llamar conservadora, era partidaria del candidato Duque de Montpensier. La segunda tendencia, llamada democrática, era partidaria del candidato don Fernando de Coburgo, familiar del entonces rey de Portugal. Y la tercera tendencia era puramente republicana. Esta tendencia republicana habría sondeado al General Prim para constituir una república con el propio general como presidente. Hemos de recordar que el diputado republicano José Paul y Angulo fue quien financió el viaje del General Prim desde Londres a Cádiz para ponerse al frente de la revolucón de 1868. El Sr. Paul y Angulo solicitó reiteradamente al General Prim el reembolso de los gastos de este viaje, solicitud que nunca fue satisfecha.
Simultaneamente se había formado, dentro de la masonería de Madrid, una sección que podemos considerar extremista, llamada Tiro Nacional. El reglamento de esta sociedad se publica a mediados de 1870, y su primer presidente fue el Sr. Joaquin Viralta que poco después fue sustiruído por el propio Paul Y Angulo.
En el libro que comentamos, en su página 188, se manifiesta que en la sesión del Tiro Nacional, llevada a cabo en la tarde del 16 de noviembre de 1870 (pocas horas después de ser proclamado don Amadeo de Saboya para el trono de España) y presidida por el Sr. Paul y Angulo, se acordó el asesinato del General Prim.
El Sr. don José Paul y Angulo marchó rapidamente al exilio y nunca más regresó a España. Murió en París en 1892.