QUIEN ERA EL PRINCIPE DON CARLOS
El Príncipe don Carlos, hijo primogénito del rey Felipe II, nace en Valladolid el 8 de julio de 1545. Su madre fue María Manuela, primera esposa del entonces Príncipe Felipe, hija del rey Juan III de Portugal y de Catalina, hermana menor de Carlos I. Felipe II y María eran primos y, por otro lado, ambos eran nietos de la Reina Juana de Castilla, Juana la Loca. Esta historia de consanguinidad pudo ser importante para el desarrollo del recién nacido Príncipe.
María Manuela muere a los pocos días de dar a luz a Carlos. El Príncipe fue puesto al cuidado de doña Leonor de Mascarenhas, la misma dama portuguesa que había cuidado en su niñez al Príncipe Felipe, su padre.
El ya Rey Felipe II, debido a sus numerosos viajes, no pudo ocuparse de la educación de

su hijo a quien vio, tal vez por primera vez, cuando Carlos tenía catorce años de edad. Su educación fue organizad por su abuelo, el Emperador Carlos V, quien nombró a don García de Toledo para dirigir su educación y al humanista Honorato Juan como preceptor.
El Emperador vio a su nieto ya adolescente en en 1556. La impresión que le causó el joven fue mala, tanto en lo físico como en lo intelectual. Los informes de su preceptor también fueron muy negativos. En una carta, Honorato Juan advertía de su temor de que al Príncipe Carlos se le declarase la locura. En lo físico tampoco las cosas eran buenas. Su cuerpo era endeble, de baja estatura, las piernas de longitud desigual, algo tartamudo y sin inclinación a las aficiones de otros jóvenes de su categoría, como montar a caballo.
EL PRINCIPE NO ERA UN BUEN ESTUDIANTE
Buscando un lugar adecuado para que don Carlos pudiese completar su educación, Felipe II le envió a Alcalá de Henares en cuya Universidad debería conseguir una formación humanística. Para acompañarle como estudiantes y amigos fueron designados don Juan de Austría (hermanastro del Rey y futuro general en la batalla de Lepanto) y Alejando Farnesio ( hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Parma y que llegaría a ser el mas grande general del ejército español). Completan su casa dos médicos, los doctores Vega y Olivares y un cirujano, el licenciado Dionisio Daza Chacón.
Pronto se hizo evidente que el Príncipe no estaba a la altura de sus dos ilustres compañeros ni en lo físico ni en lo intelectual. Eso si, destacaba por su extravagancia y su falta de disciplina. El Rey Felipe II se dio cuenta,muy a su pesar, que su hijo no tenía las cualidades necesarias requeridas para ser el Rey de España en el futuro.
EL ACCIDENTE
El día 19 de abril de 1562, el Príncipe Carlos, que entonces tenía 17 años de edad, sufre una caída por una escalera dándose un golpe en la cabeza produciéndose una brecha profunda. Parece ser que don Carlos se sentía atraído por la hija de un conserje del palacio donde habitaba, cuyo gobernador era García de Toledo. Inmediatamente fue asistido por el Licenciado Daza Chacón quien en su informe declara que “bajando su Alteza por una escalera muy oscura y de muy ruines pasos,echó el pie derecho en falso y dio una vuelta sobre todo el cuerpo, cayó y dio un gran golpe en una puerta cerrada.. Descalabrose la parte postrera de la cabeza en la pare izquierda”.
Los Médicos Que Atienden al Príncipe.
Los primeros médicos que atienden al Príncipe son los asignados a su casa, los doctores Vega y Olivares así como el mencionado cirujano Daza Chacón. El Licenciado Daza era un experimentado y prestigioso profesional que había servido como cirujano militar en el ejército de Carlos V en Flandes. Posteriormente ejerció de cirujano en la batalla de Lepanto a las órdenes de don Juan de Austría. Antes de ser nombrado por Felipe II cirujano de la casa del Príncipe, Daza Chacón obtuvo plaza en el Hospital de la Corte de Valladolid, ciudad dela que era natural. Se trataba, por lo tanto, de un profesional de primer nivel con gran experiencia..
Al ser informado del accidente, Felipe II envía a Alcalá de Henares a su médico de cámara el Dr. Juan Gutiérrez de Santander, al Dr. Portugués y al cirujano de su Majestad Pedro de Torres.
El Tratamiento Inicial
Nada más producirse la caída, don Carlos es atendido por los médicos de su casa que le practican una primera cura. La herida tiene el tamaño de un dedo pulgar y afecta al pericráneo (la capa externa de los huesos del cráneo). Se pensó en practicar una sangría pero se prefirió sedar y esperar ya que el Príncipe comenzó a sudar. Se le administró una medicación de la que no se menciona el nombre. A la hora y media don Caros obró (una deposición) y la fiebre bajó. Entonces se le practicó una sangría obteniendo 80 onzas de sangre. Hemos de tener en cuenta que en aquellos tiempos, además de diversas medicaciones, los únicos tratamientos activos eran las purgas y las sangrías.
Sigue el Tratamiento.
De madrugada llegan a Alcalá los médicos enviados por el Rey. A las ocho de la mañana se hace una cura de la herida y se procede a sangrar de nuevo por otras 80 onzas. Era la segunda sangría en 24 horas. Nos han dejado por escrito las indicaciones para realizar esta segunda sangría: el tratarse de una caída importante, la presencia de fiebre, edad no desfavorable y que hacía 20 meses de una cuartana (fiebre palúdica) y no se había purgado.
Durante cuatro días la fiebre disminuye pero aparecen unas sequillas (ganglios) en el lado izquierdo del cuello. El séptimo día, 25 de abril, don Carlos no tiene fiebre lo que se considera resultado de la administración de un purgante.
El día 28 la herida tiene un aspecto sucio y de nuevo sube la fiebre. .Este empeoramiento se achaca ha haberse “podrecido” el pericráneo. Se hace otra cura hasta el hueso pero la situación no mejora. El Licenciado Daza Chacón propone llamar a consulta a su maestro, el Dr. Torres de Valladolid. Evita llamar al Dr. Andrés Vesalio que estaba en la Corte de Madrid y era también un cirujano experto.. Esta indiferencia hacia un médico extranjero habría de ser importante en el tratamiento del Príncipe.
EL ESTADO DEL PRINCIPE EMPEORA
El día 1 de mayo, el Rey es informado de la gravedad de la situación y decide acudir personalmente a Alcalá, acompañado por el Duque de Alba, el Príncipe de Eboli y el Dr. Vesalio. Este muestra de confianza

del Rey hacia Vesalio, llevándole en su propio carruaje, es causa de disgusto de los médicos españoles. Esta “enemistad” era bien conocida en la Corte y tenemos constancia de que el embajador de Florencia menciona a Cosme de Medici las trabas que los médicos españoles ponían en toda ocasión a la actividad de Vesalio, que no solo era médico de la Casa Real sino que había desarrollado una importante y lucrativa consulta médica en Madrid.
Los Médicos Lo Siguen Intentando
Nada más llegar, se procede a una nueva cura de la herida, con Vesalio ya presente. No se encuentra fractura del cráneo como inicialmente se sospechó.
El 4 de mayo el estado del Príncipe empeora. Aparece una erisipela en la herida, inflamación que se extiende hacia el ojo, oreja, cuello y brazo del lado izquierdo. El pulso se encoje (suponemos que quieren decir que se hace más lento, una bradicardia). Los médicos, incluyendo a Vesalio, piensan que el daño es interno y que sería conveniente penetrar hasta las telas (meninges) pero se decide esperar.
El 6 de mayo, a los 18 días del accidente, llega a Alcalá el Dr. Torres de Valladolid. Su opinión era que lo mejor sería legrar (raspar) l hueso pero mejor esperar a que se resolviese la fiebre. Se decide purgar y se administra al paciente un laxante de jarabe de rosas de Alejandría que produce 20 deposiciones. El 9 de mayo parece ser que Vesalio practica una trepanación extrayendo un fragmento de hueso del tamaño de un “chelin”. Vesalio no dejó ningún informe escrito sobre su participación en el tratamiento de don Carlos, por lo que toda la información nos llega de fuentes indirectas, no siempre amistosas.
ANTE LA FALTA DE MEJORIA SE ACUDE A MEDIDAS DESESPERADAS
Ante la gravedad del caso y la ineficacia de los remedios médicos convencionales se decide acudir a medidas desesperadas. Se buscaba el milagro.
El Moro Pinterete
El día 10 de Mayo es llamado el Moro Pinterete. Disponía este personaje, del reino de Valencia, de un ungüento que lo curaba todo. Este ungüento contenía dos componentes, una blanco y otro negro de composición secreta.. Aplicado sobre la herida de don Carlos, no produjo ningún beneficio y solo provocó una quemadura en la piel. El Moro fue despedido de inmediato.
La Momia de Fray Diego de Alcalá.
En el convento franciscano de Alcalá se conservaba el cuerpo incorrupto de fray Diego, que había sido cocinero del convento y había muerto cien años antes en loor de santidad. A instancias del Duque de Alba se trajo la momia de fray Diego y se la acostó en la cama junto al Príncipe. Según el testimonio del Licenciado Daza, se colocó la momia lo más cerca posible al cuerpo de don Carlos, que estaba inconsciente y no podía apreciar personalmente el efecto de este tratamiento.
La Imagen de la Virgen de Atocha
Todas las iglesias de Alcalá y de Madrid pidieron la intercesión divina. La imagen de Nuestra Señora de Atocha fue trasladada a la habitación del Real enfermo.
DE PRONTO EL PRINCIPE MEJORA
A pesar de todo, los médicos siguen con sus tratamientos. Se aplican seis ventosas y se realiza otra sangría. Aparece una inflamación en el párpado izquierdo que inicialmente es tratada con la aplicación de fomentos pero que finalmente tiene que drenarse con lanceta con lo que el proceso se resuelve.
El Príncipe Mejora. Ha Tenido Que Ser Un Milagro
De forma sorprendente, a partir del día 10 el estado de don Carlos comienza a mejorar. El día 14 se levanta por primera vez y el día 17 es trasladado a Madrid y se aloja en el Alcázar. La creencia general es que la curación de tan grave dolencia se ha producido por la intercesión de la Virgen de Atocha y del cuerpo incorrupto de fray Diego de Alcalá. El propio Príncipe manifiesta que en la noche del 9 de mayo se le apareció fray Diego y le dijo que se iba a curar. El cirujano Dionisio Daza Chacón parece aceptó como posible la eficacia de la intercesión divina.
El Rey Felipe II también creyó en la intercesión sobrenatural como causa real de la curación de su hijo. Por esa razón pidió al Papa la canonización de fray Diego de Alcalá. El trámite Vaticano fue largo pero finalmente, el Papa Sixto X convirtió al pobre cocinero en santo. Para celebrar tal acontecimiento se denominó con el nombre de San Diego a una ciudad de la California española.
COMO RESUME EL PROCESO UN TESTIGO PRESENCIAL
El Licenciado Daza Chacón, cirujano que tan activa participación tuvo en el tratamiento del Príncipe, nos ha dejado escrito un breve resumen del transcurso del caso que por lo curioso e interesante reproducimos en su integridad:
“Su Majestad se encontraba sentado y, a su espalda, se situaban todos los Grandes en pie. Delante del Rey y sentados todos los médicos cirujanos que asistían al Príncipe, que fueron: el doctor Vega, el doctor Olivares,

el Licenciado Dionisio Daza, el doctor Juan Gutiérrez de Santander, Médico de Cámara y Protomédico general, el doctor Portugués y don Pedro Torres , cirujanos de Su Majestad, el doctor Andrés Vesalio, el doctor Mena y el licenciado Torrellas. Realizaron más de cincuenta consultas desde el 19 de abril en que tuvo lugar la caída, hasta el 31 de julio, día en que se celebró un Te Deum por la definitiva curación.”
EL RESTO ES HISTORIA
El Príncipe Carlos, ya curado, conspiró contra el Rey su padre. Debido a su natural torpeza sus intenciones fueron descubiertas. El día 19 de enero de 1568 el Rey acompañado por algunos consejeros y un retén de soldados, hizo prisionero al Príncipe, que fue encarcelado en una de las torres del Alcázar. En esta prisión murió don Carlos el 25 de julio de 1568.
Para escribir este artículo nos hemos ayudado de los siguientes textos:
José Barón Fernández. Andrés Vesalio, Su Vida y Su Obra. Edición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1970.
Concepción Soriano de la Rosa. La Obra Quirúrgica de Dionisio Daza Chacon. Tesis Doctoral..Universidad de Salamanca 1958.
Diccionario de Historia de España. Alianza Editorial. Madrid 1979
Emilio Maganto Pavón. Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española. Oficina de Historia de la Asociación Española de Urología. Madrid 2000.