El secretario de Estado de Administraciones Públicas de España en una reciente declaración nos advirtió a los trabajadores del sector público y privado, ante la crisis (¿o estafa?) económica, que «tendrán que olvidarse del cafelito y de leer el periódico».
Esta brillante admonición me ha convertido en un apólogo del café y de las cafeterías.
Nuestro premio Nóbel Don Santiago Ramón y Cajal publicó sus pensamientos en forma de idearium en su libro «Charlas de Café» (1921). Curiosamente, la exposición en el Museo de la Biblioteca Nacional sobre la historia de la escritura y sus soportes, tiene una sección de charlas de café. En esta sección existen sorprendentes paneles. Veamos algunos ejemplos. Pérez Galdós afirma que «el café es un gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano». Para Ossorio y Bernard «en cada café se resuelven al minuto los más arduos problemas del Estado». A Don Gregorio Marañón no le gustaba el hombre de café que «es, entre otras cosas, manantial inagotable de resentimiento». Aunque Ramón Gómez de la Serna le respondió » lo que ha Marañón le ha faltado en la vida es más café».
Hoy se cierran, desaparecen las cafeterías en los hospitales y en las facultades.¿Una bagatela? No, un cultivo para la barbarie del especialismo, como escribía Don José Ortega y Gasset en su «Rebelión de las masas».
El físico Jorge Wagensberg, en su extraordinario libro «Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?» advierte que «el exceso de especialización empieza cuando las facultades de ciencias dejan de compartir la cafetería, y se agrava cuando cada cátedra instala su propia cafetera».
La reciente obra teatral «La colmena científica o el café de Negrín», de José Ramón Fernández, realizada con motivo del centenario de la Residencia de Estudiantes es una explosión de intercambio continuo de ideas en el laboratorio o café de Negrín, entre científicos (Cajal, Ochoa, Negrín, Grande Covián, Marie Curie), filósofos (Unamuno), poetas y pintores (Moreno Villa), y pedagogos (Angel Llorca, Justa Freire). Federico García Lorca lo cantaba en este verso: «Y ahí se reúnen/ tomando café/ junto al bacilo del tétanos y la mosca tsé-tsé».
Las nuevas tecnologías, con predominio de la medicina icónica sobre la semiótica, han hecho imprescindible la colaboración entre médicos, ingenieros y físicos. Es sugestiva la recomendación de Carlos Belmonte, neurobiólogo de la Universidad Miguel Hernández, cuando dice: «es importante que investigadores básicos y clínicos tomen café juntos, que tengan un mayor acercamiento físico y no solo de lenguaje».
En la cafetería del hospital se habla con otros especialistas, se resuelven recados, se dan avisos, se toman decisiones y mejora el cuidado de los enfermos. Además, se alarga la docencia entre tutores, médicos adjuntos y residentes, y se afianza la amistad y la confianza.
¡Cuidado!.La cafetería es una incubadora y un laboratorio de ideas que facilita la » la polinización cruzada reactiva».
A lo último, el humilde cafelito, ahora perseguido, es como dice Elvira Lindo, un tónico de la sociabilidad. Aunque lo prohiban, no se lo pierdan.