FRACASTORO NOS EXPLICO LAS EPIDEMIAS

En la historia de la medicina se da el caso de un hallazgo esclarecedor que explica de forma sensata la causa y resolución de un problema médico importante, pero que no fue reconocido por los médicos de la época, médicos que incuso se opusieron frontalmente a estos hallazgos en contra de toda lógica y evidencia. Hallazgos que fueron reconocidos como ciertos varios siglos después. Este es el caso del médico renacentista Girolamo Fracastoro.

QUIEN FUE FRACASTORO

Girolamo Fracastoro (1478 – 1553) nace en Verona pero se traslada a Padua para estudiar en su universidad donde fue compañero del que sería un importante astrónomo, Copernico. Pero Fracastoro se inclina por los estudios médicos aunque también adquirió ciertos conocimientos de astronomía. Regresa a su ciudad natal donde ejerce la medicina. Pero como buen hombre del Renacimiento tiene una completa formación humanista por lo que también cultiva la poesía, la física, la astronomía, las matemáticas, la filosofía natural (que hoy llamaríamos ciencias naturales) y la música. Su interés por la astronomía le llevó a idear el telescopio pero nunca tuvo ocasión de ponerlo en práctica.

Su prestigio como médico llevó al Papa Paulo III a nombrarle médico del concilio de Trento en 1545. Cuando se declara la peste en esta ciudad, Fracastoro recomienda trasladar el Concilio a Bolonia en 1547. Esta decisión la toma Fracastoro en base a sus nuevas ideas sobre la propagación de las enfermedades como veremos más abajo.

FRACASTORO Y LA HISTORIA DE LA SIFILIS

Tal vez por lo que es más conocido hoy en día Fracastoro sea por ponerle nombre a una enfermedad de transmisión sexual muy frecuente en su época: la sífilis. Escribe un poema llamado Syphilis Sive Morbus Gallicus (que podemos traducir como sífilis o sobre el morbo francés) en el que describe con toda crudeza los signos externos de esa enfermedad: úlceras repugnantes, pústulas que supuran, piel corroída por el pus, huesos pútridos. En aquellos tiempos la sífilis no tenía tratamiento eficaz y los estados avanzados se manifestaban por severas lesiones en la piel.

El nombre lo obtiene de una leyenda clásica en la que el pastor Syphilo (en los textos en español se transcribe como Sifilo) a causa de una deslealtad es castigado por los dioses que le envían una enfermedad que llena de llagas todo su cuerpo. Otro dios, Apolo, se apiada del pobre pastor y le revela los remedios para curar su enfermedad. Le recomienda la tintura de guayaco y el ungüento de mercurio. Este poema nos muestra el gran conocimiento que Fracastoro tenía de la enfermedad, que le recordó a las llagas del pobre pastor Sifilo. De ahí el nombre de la enfermedad ya muy conocida pero sin nombre propio. Y los remedios propuestos no eran sino los que ya se utilizaban por los médicos contemporáneos de Fracastoro.

Lo de morbo gallicum (francés) viene por atribuirse en Nápoles su contagio a las tropas del rey de Francia Carlos VIII cuando invade el sur de Italia. En reciprocidad los franceses llamaron a esta enfermedad el mal napolitano por creerla endémica de Nápoles. Otra posibilidad, hoy más aceptada, es que esta enfermedad sea originaria de América y fuese traída a Europa por los descubridores españoles. La propagación no fue difícil por el trasiego de tropas durante las múltiples guerras europeas.

LA CAUSA Y LA TRANSMISIÓN DE LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS. EL CONTAGIO.

Pero el hallazgo que nos parece mas importante y que es poco recordado en nuestros días, es el que describe en un un opúsculo editado en 1546 con el título de De Contagione et Contagiosis Morbis. En este texto aparece por primera vez la idea de la transmisión de las enfermedades infecciosas mediante el contagio.

Fracastoro fue un gran observador y llegó a la conclusión de que los humores corrompidos engendran espontáneamente ciertos corpúsculos vivientes que llamó seminaria (semilleros) que serían los agentes causales de las enfermedades contagiosas y que al pasar de un individuo a otro propagarán la enfermedad de forma epidémica. No aportó ninguna prueba, simplemente desarrolló su teoría observando la evolución de las enfermedades contagiosas y de las epidemias.

Pero Fracastoro describe otras formas de transmisión que no son sino la extensión lógica de su teoría. Una es el contagio directo, por contacto, como en el caso de la lepra y la sarna. Otra forma sería en contagio mediante fómites (vestidos, pañuelos, objetos) portadores de estos seminaria. Y otra forma sería el contagio a distancia sin contacto ni fómites. Esta teoría lleva directamente al concepto de cuarentena o aislamiento durante cuarenta días, tanto de los pacientes ya infectados como de lo sanos que viniesen de una zona epidémica.

Pero también se pregunta el porqué los seminaria se trasmiten a unos cuerpos y no a otros. Y porqué hay enfermedades infecciosas que atacan solo al hombre y otras solo a animales o a plantas. Y porqué hay cierta afinidad entre algunas enfermedades y algunos órganos, como ocurre con la tisis y los pulmones.

Fracastoro intenta explicar estos interrogantes mediante otra teoría: la simpatía o antipatía naturales y mutuas que existen entro todos los seres del universo.

Toda esta teoría de la transmisión de las enfermedades infecciosas la desarrolla por la simple observación del comportamiento de las enfermedades y los enfermos, de los signos y síntomas para diferenciar las distintas variedades de una enfermedad. No aporta ningún dato objetivo ni experimental pues era imposible con los conocimientos de su época.

EL OLVIDO

Aunque inicialmente su De Contagione fue bien recibido, poco a poco estos hallazgos fueron cayendo en el olvido hasta ser puestos de nuevo de actualidad en el siglo XIX con el descubrimiento de las bacterias por Louis Pasteur y la demostración experimental de la propagación de las enfermedades infecciosas. Trescientos años de espera.

Fracastoro fue más conocido en su época como médico buen observador que como investigador. Sus hallazgos los realizó cómodamente desde su villa en el campo, no en contacto directo con las epidemias. Fue más bien un catalogador que un investigador según los criterios modernos. Pero en su tiempo, poco más podía hacer.

Para realizar este artículo nos hemos ayudado de las siguientes referencias:

Pedro Lain Entralgo. Historia de la Medicina Moderna y Contemporánea. Editorial Científico Médica. Barcelona 1963.

Brian Inglis. Historia de la Medicina. Ediciones Grijalbo. Barcelona 1968.

William H. McNeill. Plagas y Pueblos. Siglo XXI de España Editores. Madrid 2016.

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