Galileo Galilei fue uno de los grandes científicos de la Europa del Renacimiento. Confirmó la teoría heliocéntrica de Copérnico lo que le valió grandes problemas con la Iglesia Católica Romana. Tanto las obras de Copérnico como las de Galileo fueron condenadas por la Inquisición y sus textos incluidos en el Índice de Libros Prohibidos.
LA EPOCA
Para comprender estos hechos, hay que entender que en aquellos años Europa estaba asolada por las guerras de religión entre católicos y protestantes. Un año antes del nacimiento de Galileo había concluido el Concilio de Trento con el que la Iglesia Católica quería poner en claro los límites de las creencias consideradas verdaderas y la condena de toda desviación de las mismas. Las Sagradas Escrituras se entendían de forma literal sin más interpretación posible que la decretada por Roma, al contrario de la interpretación libre preconizada por el protestantismo. La Iglesia Romana, que además tenía importantes intereses políticos y económicos, mantenía así la autoridad y solidez de su doctrina con mano de hierro.
Pero nosotros no vamos a entrar en detalle en los aspectos científicos y políticos de la biografía de Galileo. Esa historia la pueden encontrar nuestros lectores en otros lugares mejor documentados. A nosotros ahora nos interesa pasar revista a los pocos datos que nos han llegado sobre la salud de este personaje. Porque muchas veces, al estudiar la vida de los grandes genios de la historia, nos olvidamos que eran seres humanos, con todas sus flaquezas y limitaciones. Como ya se ha dicho en otro lugar, la enfermedad y la muerte a todos iguala. Ricos y pobres, sabios e ignorantes, poderosos y súbditos, tienen los mismos problemas de salud.
EL INTENTO DE ESTUDIAR MEDICINA
En este ambiente nace Galileo en la ciudad de Pisa, entonces ciudad de la Toscana Italiana gobernada por la familia Medici, el 15 de febrero de 1564. Su padre, Vicente Galilei, se dedicó a la música y al comercio con poco éxito. Por eso insistió en que su hijo, Galileo, se hiciese médico por ser una profesión que en aquellos tiempos era considerada una actividad bien remunerada. Así, en el año 1581, Galileo se matricula en la facultad de medicina de la Universidad de Pisa. Pero la medicina no le termina de llenar y desvía su interés hacia las matemáticas. Siendo todavía un estudiante de medicina, elabora la teoría del péndulo al observar el movimiento oscilante de una lámpara de la catedral de Pisa. A los tres años e su ingreso en la Universidad, abandona los estudios de medicina sin graduarse.
SU VERDADERA VOCACION LAS MATEMATICAS
El gran domino de las matemáticas y su facilidad para la demostración matemática de los fenómenos físicos, le llevaron a obtener la cátedra de matemáticas de la Universidad de Pisa a los 25 años de edad y la cátedra de la Universidad de Padua a los 28 años de edad. Y todo esto sin haber obtenido ningún grado universitario en matemáticas. En estos años de Padua es cuando perfecciona su teoría del movimiento pendular, y el diseño y construcción de un termómetro y de un compás geométrico y militar. También comienza su interés por los aspectos astronómicos de las teorías de Tolomeo y Copérnico. Su verdadero prestigio se inicia en estos años.
LOS PRIMEROS DATOS SOBRE SU ENFERMEDAD.
Galileo padeció toda su vida de intensos dolores de origen reumático. Parece que todo comenzó en una tarde calurosa del verano de 1594. Junto al conde Bissarro y otros amigos fue a pasar la tarde a una villa cerca de Padua, propiedad de los condes de Trento. Para aliviarse del calor decidieron echarse una siesta, muy ligeros de ropa. Según una versión, un criado abrió una ventana para mejor refrescarse pero se desencadenó, mientras dormían, una tormenta con descenso brusco de la temperatura. Según otra versión, la villa disponía de un curioso sistema de refrigeración, con un conducto que permitía entrar aire fresco de unas cuevas cercanas. Cuando Galileo y sus amigos despertaron, se encontraron presa de intensos dolores y fiebre. Tan grave fue la cosa que uno de los amigos murió días después y otro perdió el oído y tampoco sobrevivió mucho tiempo. Desde entonces y a lo largo de toda su vida, Galileo sufrió de episodios de intensos dolores. No se dispone de datos médicos sobre la salud de Galileo, solo las descripciones de sus molestias. Por ello no es posible estar seguro de la naturaleza de estos dolores, pero siempre se han atribuido a un reumatismo.
LA ENFERMEDAD DIFICULT A SUS ACTIVIDADES
En 1609 Galileo construye un anteojo (precursor del telescopio) con el que por primera vez se pudo observar los astros. Galileo, que entonces residía en Florencia, decide viajar a Roma para demostrar su anteojo a los dignatarios civiles y eclesiásticos. Pero el viaje ha de dilatarse por motivos de salud, seguramente dolores reumáticos. El viaje previsto para septiembre de 1610 se retrasa hasta el mes de marzo de 1611. No hay más detalles sobre la dolencia que obligó a esta demora.
Poco después, o tal vez ya en 1614, se mencionan por primer vez los problemas oculares de Galileo. Utilizando su anteojo había pasado muchas horas estudiando las manchas solares que él mismo había descubierto. Siempre hizo sus observaciones mirando directamente por el objetivo del instrumento, sin ningún tipo de protección para la vista, para amortiguar la acción de los rayos solares sobre los ojos, protección que otros observadores ya estaban utilizando.
1618 fue un año pródigo en la aparición de cometas. Los astrónomos, provistos del anteojo de Galileo, estudian intensamente este fenómeno. Galileo, postrado en cama por sus dolores reumáticos y ya muy mal de la vista, no pudo gozar de su observación.
EL SANTO OFICIO DE LA INQUISICION
En 1616 la Inquisición Romana había condenado la teoría heliocéntrica de Copérnico, prohibiendo la impresión, venta y lectura de sus libros bajo pena de excomunión. El motivo era que la teoría de este astrónomo polaco estaba en contra de lo que enseñaban las Sagradas Escrituras. La idea, nueva entones, era que la tierra orbitaba alrededor del sol y no al revés como había señalado Tolomeo. Galileo, firme defensor de Copérnico, cuya teoría había confirmado con sus observaciones, iba a tener problemas con la Iglesia. Por aquellos años, el astrónomo alemán Kepler, que vivía en territorio protestante lejos del alcance de la Iglesia Romana, ya se dedicaba a calcular las órbitas de los planetas alrededor del sol.
Efectivamente en 1633 Galileo es obligado a viajar a Roma para comparecer ante el Santo Oficio de la Inquisición. Pide retrasar el viaje por motivos de salud, pero su petición no es atendida. Galileo es sometido a proceso y condenado, en Mayo de 1633, como hereje por “haber tenido y creído en una doctrina falsa y contraria a las Sagradas Escrituras”. Para evitar la sanción más grave, incluso la hoguera, Galileo se ve obligado a abjurar de sus teorías y manifiesta “que siempre ha creído, cree y, con la ayuda de Dios, creerá en el porvenir todo aquello que enseña y predica la Santa Católica y Apostólica Iglesia”. Viejo y enfermo, Galileo jura sin creer para salvar la vida.
La sentencia condena a Galileo a confinación perpetua. Gracias a sus influencias, no tiene que ingresar en la cárcel del Santo Oficio sino que es confinado en el palacio de la Trinidad del Monte en Roma. Posteriormente s le permite continuar su confinamiento en el palacio arzobispal de Siena (a pesar de su condena Galileo mantenía buenas relaciones con gran parte de la jerarquía eclesiástica) y finalmente se le permite trasladarse a su domicilio de Arcetri donde permanecerá confinado hasta el fin de sus días.
EL FINAL SE ACERCA
En 1634 muere su hija María Celeste y Galileo entra en un periodo de depresión. A los pocos días el propio Galileo escribe: “la hernia se ha hecho mayor que antes, el pulso es irregular con palpitaciones del corazón. Tengo una tristeza y melancolía extrema”.
En junio de 1637 pierde la visión del ojo derecho, probablemente por una catarata. También en esta fecha se menciona otra vez la presencia de una hernia, probablemente inguinal. En 1638 queda completamente ciego.
En noviembre de 1641, su salud se agrava con fiebre, dolores artríticos y fuertes palpitaciones. El día 8 de enero de 1642, Galileo Galilei fallece en brazos de dos de sus discípulos, Viviani y Torricelli. Sus restos son depositados provisionalmente en la iglesia de la santa Cruz de Florencia. Como hereje convicto y confeso era dudoso que su cuerpo pudiese reposar en tierra sagrada. Treinta y dos años más tarde se podrá colocar, al fin, una lápida sobre su tumba en la capilla del Noviciado de la Iglesia de Santa Cruz.
Al exhumar el cadáver un sacerdote, el padre Francisco Gori se apodera del dedo índice de la mano derecha de Galileo. Lo conserva como reliquia. A su muerte esta reliquia pasó por diversas manos hasta que en 1841 fue entregado al Museo de historia Natural de Florencia, donde permanece hasta hoy.
Para la realización de este artículo nos hemos ayudado de los siguientes textos:
Galileo Galilei. Cortes Pla. Colección Austral. Espasa Calpe. Buenos Aires 1942.
Vida y Pasión de Galileo. Emilio Sanna. Historia y Vida. Número 1. Abril 1968.