Es bien conocido que Hipócrates fue una figura fundamental en la historia de la medicina y que sus ideas y recomendaciones han sido seguidas por los médicos durante más de dos mil años. Pero pocos, incluyendo gran parte de los profesionales de la medicina, conocen en detalle la obra de este personaje. Como mucho conocen su Juramento y sus Aforismos, pero desconocen que Hipócrates redactó unos setenta tratados que abarcan prácticamente todos los temas de la patología, tanto de la medicina interna como la de la cirugía.
Es cierto que no todos estos tratados, agrupados y conocidos como el Corpus Hipocrático, fueron obra del propio Hipócrates. Algunos fueron escritos por sus discípulos y otros, probablemente los más tardíos, por autores ajenos que quisieron aprovecharse de la autoridad de Hipócrates para colocar su obra en un tratado de gran prestigio. Como veremos más adelante, muchos han sido los esfuerzos realizados para dilucidar la autenticidad de los escritos hipocráticos. Pero, en cualquier caso, el conjunto de las obras contenidas en el Corpus Hipocrático, sean auténticas o no, forman un tratado que ha sido seguido por los médicos de todas las épocas hasta casi el siglo XIX de nuestra era.
QUIEN FUE HIPOCRATES
Hipócrates nace en la isla griega de Cos en el año 460 antes de Cristo (AC). Su padre, Heráclito, era médico de la familia de los Asclépiades que habían ejercido la medicina por espacio de diez y ocho generaciones. Como era lo habitual en los médicos de aquellos tiempos, Hipócrates viajó constantemente de ciudad en ciudad ofreciendo sus servicios. Residió en varias ciudades de Macedonia, Tasos, el Ponto y Tesalia e incluso en Damasco, aunque su visita
a esta última ciudad no está demostrada. Era una época gloriosa de la cultura helena, tiempos de Platón, de Sócrates, Demócrito, Aristófanes, Tucídides y otros, a muchos de los cuales conoció Hipócrates. Es posible que Hipócrates fuese el médico de Demócrito.
Alcanzó un gran prestigio como médico. Rechazó las viejas ideas de que las enfermedades eran causadas por los dioses como castigo a los hombres. La enfermedad tenía causas naturales que podían descubrirse mediante la cuidadosa observación y exploración del enfermo. Y los tratamientos tenían como objetivo la eliminación de estas causas. Su fama fue tal que incluso fue considerado un dios por algunos.
Hipócrates muere en la ciudad de Larisa, capital de la Tesalia, después del año 300 AC. Con estas fechas hay que tener cierta benevolencia pues en aquellos tiempos no se estimaba la exactitud como lo hacemos hoy en día. Por eso la edad de Hipócrates al morir fue de 85 años, o 90 o incluso 109 según la fuente que se consulte.
PERO, ¿REALMENTE EXISTIÓ HIPÓCRATES?
Es cierto que las obras atribuidas a Hipócrates muestran diferencias estilísticas y lexicográficas evidentes, lo que demuestra que algunos de los tratados no pueden atribuirse directamente al médico de Cos. Esto ha hecho pensar a algunos autores que la persona Hipócrates era en realidad una serie de autores contemporáneos que escribieron estos textos guiados por un mismo sentimiento médico originado en la isla de Cos.
Pero existen evidencias que demuestran que la persona de Hipócrates realmente existió. Algunas de sus obras, las que se consideran realmente auténticas, muestran una unidad de estilo y lenguaje que solo pueden explicarse por haber sido escritas por un único autor. Además, tenemos el testimonio de alguno de sus contemporáneos. Así Platón, en sus diálogos hace que Sócrates mantenga una conversación con un tal Hipócrates que era médico. En otro diálogo, el Fedro, Sócrates dialoga con Fedro sobre el médico Hipócrates. Pocos años después, Aristóteles lo cita en su Política y le describe como el médico más grande.
Estos testimonios de sus contemporáneos demuestran sin lugar a dudas que la persona del médico Hipócrates realmente existió.
LA MODERNIDAD DE HIPOCRATES
Hipócrates era natural de la isla de Cos, donde existía uno de los más importantes templos de Asclepio, que podemos considerar como los hospitales de entonces, en los que unos médicos – sacerdotes atendían a los enfermos que no habían sido curados en otros lugares. Seguían del concepto tradicional de que la enfermedad era consecuencia de un designio divino. Los tratamientos incluían la famosa incubación donde el paciente pasaba la noche en una habitación oscura en la que caían en un profundo sueño con ayuda de ciertas drogas. Durante el sueño se le aparecía el dios Asclepio que les indicaba el procedimiento a seguir para obtener la curación. Además de la evidente sugestión, se ayudaban de animales con supuestos poderes curativos. También utilizaban distintas dietas, masajes y baños termales.
Hipócrates creció en este ambiente en el que recibió sus primeras enseñanzas médicas. La modernidad de Hipócrates precisamente consiste en que, sin ningún antecedente en el que apoyarse, cambia radicalmente el concepto de la enfermedad. Todas las enfermedades tienen cusas naturales, no hay ninguna intervención sobrenatural en su origen. Cada signo o síntoma tiene su causa y el tratamiento ha de dirigirse a eliminar esta causa para que el organismo vuelva a su estado de salud. La observación cuidadosa y detallada del enfermo, unida a la experiencia del médico, harán posible esta medicina práctica libre de todo empirismo. Particular esfuerzo se hará para entender la historia natural de la enfermedad, su pronóstico. Hipócrates dedica uno de sus tratados al pronóstico, disciplina que los médicos hipocráticos dominaban especialmente.
En el tratamiento había que dejar actuar a la naturaleza sin interferir en su proceso una vez eliminadas las causas conocidas de la enfermedad. Hacer el bien o, por lo menos, no hacer daño.
SIN EMBARGO
Pero hombre de su tiempo, Hipócrates creía en la teoría humoral pues su compromiso con la objetividad le permitían observan cuatro elementos visibles, humores, que se asociaban con las distintas enfermedades: la flema, la sangre, la bilis amarilla y la bilis negra. Como la enfermedad sufría la influencia de su entorno, estos humores se asociaban a los distintos elementos de la naturaleza: la flema con el agua y el invierno, la sangre con el aire y la primavera, la bilis amarilla con el fuego y el verano y la bilis negra con la tierra y el otoño. Hoy nos pueden parecer muy primitivos estos conceptos, porque lo son, pero son conceptos que han permanecido vigentes durante más de mil años.
En cuanto a los tratamientos, a pesar de su propósito de no interferir con la naturaleza, en ocasiones se vieron obligados a utilizar productos algo agresivos como los laxantes y las purgas, el mercurio y narcóticos como la mandrágora y el extracto de amapola (¿opio?)
En cuanto a la cirugía, a pesar de aparentemente estar en su contra (en el Juramento recomienda no practicar la talla, dejando esta operación para otros), la realidad es que Hipócrates fue bastante agresivo en este sentido. Sangrías, escarificaciones y ventosas eran habituales. También las trepanaciones en casos de traumatismos craneales y los drenajes en empiemas torácicos. Tiene varios tratados dedicados al tratamiento d las fracturas y luxaciones e incluso describe un tratamiento para el pie equino congénito. Estas discrepancias pueden explicarse por la distinta autoría de algunos de sus tratados, realizados a o largo de muchos años a lo largo de los cuales los conceptos y métodos de tratamiento fueron cambiando.
OTRA NOVEDAD. LA ETICA MEDICA
La medicina hipocrática se distingue por su comportamiento que la diferencia de otros sistemas de tratamiento de las enfermedades vigentes entonces. Es la ética. Para entender los orígenes de esta forma de proceder tenemos que acudir a unos pocos, pero fundamentales, de los tratados hipocráticos: el Juramento, los Aforismos., la Ley y, en menos medida, los Pronósticos.
En los tiempos de transición de la medicina asclépiade a la hipocrática, existían un numeroso y variado grupo de sanadores cuya ciencia era puramente empírica y fantasiosa. Eran un grupo de charlatanes, nigromantes y curanderos que habían llevado a un gran desprestigio a todo lo relacionado con la medicina. En el primer párrafo de La Ley se dice que la medicina es la más noble de todas las artes, más por la ignorancia de quienes la ejercen ha venido ser colocada en un último lugar.
La Ley continúa diciendo que quien se consagra a la medicina ha de reunir una serie de condiciones como la enseñanza (la formación), el amor al trabajo y la actividad. Y hace una importante distinción entre saber y creer que se sabe. La ciencia consiste en saber. En el creer que se sabe está la ignorancia.
En El Juramento se establece un principio fundamental: fijaré el régimen de los enfermos del modo que les sea más provechoso, evitando todo mal e injusticia. Y más adelante continúa: ejerceré mi profesión con inocencia y pureza y guardaré reserva acerca de lo que oiga y vea.
Los Aforismos seguramente es una obra tardía de Hipócrates en la que resume toda su experiencia. Casi podemos considerarla como un tratado completo de medicina general para uso en la práctica diaria. Y el primer aforismo resume toda una filosofía de lo que es la práctica de la medicina, criterio que sigue vigente en la actualidad, mas de dos mil años después y que por su importancia destacamos de forma señalada:
La vida es breve, la ciencia extensa, la ocasión fugaz, la experiencia insegura, el juicio difícil.
En el libro de los Pronósticos se insiste en la conveniencia de conocer las cosas del presente y las que vendrán en el curso de la enfermedad. Es precisamente esta capacidad de pronosticar con acierto la que permitirá distinguir al verdadero médico de los charlatanes y curanderos.
De lo anteriormente expuesto se deduce, según algunos autores, que los principios éticos de la medicina hipocrática surgen de la necesidad de distinguirse de aquellos charlatanes que habían desprestigiado la profesión de médico.
LA GRAN OBRA
Lo que ha llegado hasta nosotros y que conocemos como el Corpus Hipocrático está compuestos por unos 70 textos escritos en la variante jónica del idioma griego. Son textos escritos con una gran variedad de estilos, con descripciones a veces poco claras y diversos conceptos que se contradicen unos con otros. Esto es debido, según la mayoría de los que han estudiado estos textos, a que fueron escritos por diversos autores a lo largo de muchos años. Estos textos probablemente estuvieron desperdigados por distintas bibliotecas, hoy desconocidas para nosotros. La primera vez que todos estos libros aparecen juntos fue en la biblioteca de Alejandría más de cien años después de la muerte de Hipócrates. Posteriormente estos textos fueron traducidos al latín. Galeno, el médico romano del siglo II de nuestra era, conoció la obra de Hipócrates dedicándole grandes elogios. No fue hasta el siglo XIX cuando el Corpus Hipocrático fue traducido a las lenguas modernas y sometido a estudios lexicográficos de gran interés.
Puesta al día por los estudios modernos
Uno de los estudios más importantes fue el de Emile Littré, lexicógrafo y filósofo francés que además era médico. Littré tardó 22 años ha traducir el Corpus del griego jónico a francés, un total de diez volúmenes, trabajo que terminó en 1861. Utilizó los textos que se encontraban en la Biblioteca Nacional de París. Su estudio fue muy completo y dedicó tiempo y esfuerzo para discernir cuales eran los textos que podían atribuirse sin duda a Hipócrates y distinguirlos de los de atribución dudosa y de los claramente escritos por sus discípulos y seguidores.
Otra traducción directa de griego, esta vez al inglés, es la del médico y cirujano Francis Adams. Adams publicó su obra en 1856 bajo os auspicios de la Sociedad Sydenham. Gran conocedor de la lengua griega y lexicógrafo experto, se dedicó fundamentalmente a poner en claro cuales eran las obras genuinas de Hipócrates, las que sin duda fueron escritas por él. De hecho su libro se publicó con el título de Las Obras Genuinas de Hipócrates. Ya en 1923 el erudito y traductor William Jones, publicó una versión corregida de la obra de Hipócrates para la Loeb Classical Library.
Con esta información, y siguiendo sobre todo a Francis Adams, las obras genuinas de Hipócrates serían Los Pronósticos, Sobre el Aire, el Agua y los Lugares, El Régimen de las Enfermedades Agudas, Los Aforismos, La Epidemias I y III, Sobre Las Articulaciones, Sobre Las Fracturas, Sobre los Instrumentos para la Reducción (de las fracturas), Sobre los Traumatismos Craneales, y El Juramento.
Las obras seguramente escritas por Hipócrates, pero con algunas dudas, incluyen Sobre La Medicina Antigua, Sobre la Cirugía, La Ley, Sobre Las Ulceras, Sobre Las Fístulas, Sobre Las Hemorroides y Sobre La Enfermedad Sagrada (lo que hoy llamamos la epilepsia).
Siguiendo a Littre hay que incluir obras consideradas de los discípulos de Hipócrates de la escuela de Cos. Aquí tenemos que anotar Sobre el Pneuma, Los Lugares del Hombre, Sobre el Arte (seguramente se refiere a la ciencia médica), Sobre el Régimen y los Sueños, Sobre las Afecciones Internas, Sobre las Enfermedades I, II y III, Sobre el Séptimo Mes del Feto y Sobre el Octavo Mes del Feto.
Hay tratados incluidos en el Corpus Hipocrático son de autores desconocidos pero que en algún momento fueron añadidos. Mencionamos Sobre la Generación, Sobre la Naturaleza del Niño, Sobre Las Enfermedades IV, Sobre Las Enfermedades de la Mujer y Sobre La Mujer Estéril.
A esta lista hay que incluir otra veintena de textos, algunos muy posteriores a Hipócrates, escritos en tiempos de Aristóteles, y muchos de los que solo han llegado hasta nosotros en forma incompleta, a veces solo algunos fragmentos. Tratan diversos temas como el Corazón, las Glándulas, la Visión y la Dentición.
LO QUE NOS QUEDA
Este es un somero análisis de la inmensa obra de Hipócrates, propia o de su escuela y discípulos, que comprende un completo tratado de patología médica y quirúrgica.
A partir del siglo XIX los avances de la medicina apoyados por los descubrimientos de la anatomía, la fisiología, la microbiología y la anatomía patológica, han apartado de la práctica médica moderna los contenidos del Corpus Hipocrático. Pero algo queda pues, por ejemplo, las llamadas maniobras de Hipócrates par la reducción de las luxaciones del hombro y la mandíbula, siguen siendo practicadas hoy en día.
Y sobre todo, nos queda el espíritu de Hipócrates, enunciados en su Juramento, en los Aforismos y en la Ley. Sus principios, hacer solo lo que beneficie al paciente, han guiado, y siguen guiando, el quehacer de los médicos occidentales desde los tiempos de Hipócrates hasta la actualidad.
Nota: no hemos incluido los textos completos de obras fundamentales como el Juramento y los Aforismos por ocupar mucho espacio y porque nuestros lectores pueden encontrarlos fácilmente en otros lugares.
Para realizar este artículo nos hemos ayudado de las siguientes referencias:
Francis Adams. The Genuine Works of Hippocrates. Printed for the Syndenham Society. London 1849.
Sherwin B. Nuland. The Genuine Works of Hippocrates. The Classics of Medicine Library. Birmingham, Alabama 1985.
Antonio Zozaya. Aforismos y Pronósticos de Hipócrates. Biblioteca Económica Y Filosófica. Madrid 1904. Nosotros hemos utilizado la impresión facsimil de Editorial Maxtor, 2014.
Orlando Mejía Rivera. Medicina Antigua. Punto de Vista Editores. Madrid 2018.