El Dr. Joseph Lister fue un cirujano inglés del siglo XIX que tuvo la genial visión de entender, gracias a sus dotes de observación, como era el proceso por el cual las heridas de los pacientes operados se infectaban casi siempre, infección que conducía a la gangrena, la sepsis y la muerte. Y todo ello antes de que se descubriera la existencia de las bacterias como causantes de la infección. Sus métodos de antisepsia redujeron los casos de infección operatoria a menos del 10% cuando anteriormente era del 80%. El número de vidas salvadas fue incalculable. Pero a pesar de la eficaz de su método, Lister tuvo que luchar contra la incomprensión y la oposición de sus colegas cirujanos que tardaron muchos años en aceptar la evidencia.
LOS HOSPITALES INGLESES DEL SIGLO XIX.
Los hospitales ingleses (pero por extensión los de cualquier otro país europeo ó americano) eran establecimientos sufragados por los poderes públicos, generalmente los municipios y los condados, donde se trataba a los enfermos indigentes. La gente con poder adquisitivo era tratada, e incluso operada, en sus domicilios particulares o en la consulta privada de los cirujanos.
La limpieza y las medidas de higiene eran inexistentes. Los pacientes se alojaban en salas desprovistas de ventilación, de agua potable ni de letrinas propiamente dichas. Cada sala alojaba decenas de enfermos que eran atendidos por personal escaso y no cualificado. El olor, una mezcla de orines, vómitos y exudados purulentos, era a veces insoportable.
Los enfermos incurables no eran admitidos en el hospital. En las salas de cirugía entraban generalmente accidentados, por atropellos por carruajes, grandes quemados, traumatismos por caída de andamios y lesiones producidas por máquinas industriales. La industrialización de la Inglaterra de principios del siglo XIX, proveía de suficientes casos a los hospitales. También podían operarse tumores superficiales, sobre todo de la piel. La cirugía de las grandes cavidades, abdomen tórax y cerebro no eran contempladas. Solamente las heridas penetrantes en tórax o abdomen, producto de alguna cuchillada en ambientes delincuentes, podían llegar a los servicios de urgencia y operados, generalmente con consecuencias fatales.
Los anfiteatros de cirugía, lo que hoy llamaríamos quirófanos, consistían en una sala con gradas, desde donde los estudiantes podían ver operar a sus profesores. Una mesa de madera para colocar al paciente y tal vez una vasija con agua para aclarar los instrumentos era todo el mobiliario. Se operaban varios pacientes de forma sucesiva sobre la misma mesa sin preocuparse demasiado en limpiarla entre caso y caso. Los cirujanos operaban vestidos de calle y con las manos desnudas, sin utilizar guantes. Se operaba sin anestesia hasta que en 1846 el cirujano Robert Liston lleva a cabo la primera operación bajo anestesia con éter en el University College Hospital de Londres.
La mayor parte de las operaciones realizadas eran amputaciones. Los cirujanos tenían que conocer muy bien la anatomía y ser muy rápidos. La amputación de una pierna duraba menos de un minuto. El instrumental era muy simple: cuchillos, lancetas para sangrías, sondas, agujas, algunas pinzas y un torniquete. Los cuchillos de amputación eran la estrella del instrumental, de diversos tamaños, finos, anchos, rectos o con diversas curvas a gusto del cirujano, con mangos de madera, metal, marfil o carey.
En este ambiente, las infecciones eran casi la regla. La mortalidad causada por las infecciones y la gangrena era enorme. Los hospitales eran conocidos como Casa de la Muerte. Se decía que un soldado tenía más probabilidades de sobrevivir en una batalla, que un enfermo en un hospital.
Este era el mundo en el que iba a ingresar Joseph Lister..
JOSEPH LISTER
Lister nace el día 5 de abril de 1827. Es el cuarto hijo de Joseph Jackson Lister y su mujer Isabella, familia de devotos Cuáqueros. El padre regentaba un próspero comercio de vinos que venía de su padre y su abuelo. Entre los Cuáqueros no estaba bien aceptado beber alcohol, pero si podían comercial con este producto. El joven Lister deja el colegio a los catorce años de edad y ayuda a su padre en el comercio.
Lister padre, Joseph Jackson, era un hombre con grandes inquietudes. Además de atender su comercio, se interesaba por los nuevos hallazgos de la ciencia. Adquirió un microscopio, que en aquellos tiempos era simplemente un juguete para que la gente acomodada pasara el tiempo mirando preparaciones de hueso, flores y escamas, que se vendían con el microscopio. Pero Lister padre usaba este instrumento con fines científicos. Perfeccionó las lentes para corregir la aberración cromática y pulía lentes así corregidas para fabricantes de óptica. Alcanzó un gran renombre en este campo hasta el punto de que en 1832 fue nombrado miembro de la prestigiosa Royal Society. En este ambiente creció el joven Lister, que como buen Cuáquero no podía cazar, hacer deporte o ir al teatro. Solo podía dedicarse al estudio por lo que llegó a familiarizarse con el uso del microscopio que tan importante iba a ser en su futura carrera de médico.
LOS ESTUDIOS DE CIRUJANO.
En el año 1825 se construye en Londres el University College. La gran novedad de este centro universitario era que estaba libre de obligaciones religiosas. Era la única Universidad de Inglaterra en la que no era obligatorio asistir a los servicios de la Iglesia Anglicana. Esta liberalidad no fue bien recibida por las otras universidades, que denominaban al University College la escoria atea. Pero para un Cuáquero como Joseph Lister, constituía un gran atractivo.
Lister entra en el University College en el año 1844. Esta universidad tenía solo tres facultades: artes (hoy diríamos humanidades), medicina y derecho. Aunque no era obligatorio, si era aconsejable recomendable completar los estudios de artes primero. Así lo hizo Lister que completa el programa de historia, literatura, matemáticas y ciencias.
Completada su formación en humanidades, el joven Joseph Lister inicia sus estudios de cirujano, especialidad que en aquellos tiempos estaba claramente separada de la medicina clínica. Tradicionalmente la cirugía la habían hecho los barberos ya que se consideraba una profesión manual y no científica. Pero desde 1815, en Inglaterra se exige la asistencia a clases teóricas y a seis meses de prácticas en un hospital para recibir la licencia de cirujano por el Royal College of Surgeons. Más adelante se exigiría 3 años de hospital y someterse a un examen.
LA MUERTE DE UN HERMANO. ENTRAN LAS DUDAS.
En 1846, John, el hermano de Joseph, muere a causa de un tumor cerebral, enfermedad sin tratamiento y sin curación posible en aquellos tiempos. Joseph acompaña a su hermano en todo el proceso hasta el final. Comprueba en primera persona las grandes limitaciones de la ciencia médica y entran dudas sobre si continuar en la profesión. Abandona la facultad de medicina preso de una gran depresión. Piensa seriamente en dedicarse a la religión y a convertirse en un ministro Cuáquero. Finalmente decide alejarse y viaja por Inglaterra, Irlanda y diversos países europeos durante más de un año.
REGRESA A LOS ESTUDIOS DE CIRUJANO.
Superada la depresión regresa a los estudios de cirugía en 1849. En esta época conoce al profesor de fisiología, William Sharpey, gran experto y partidario de los trabajos con el microscopio. El joven Lister perfecciona con Sharpey su técnica que tanto le iba a ayudar en el futuro. Termina sus estudios con excelentes calificaciones y a finales de 1852 aprueba los exámenes del Royal College of Surgery y obtiene el título de cirujano.
EN EDIMBURGO
Con su título de cirujano en la mano, Joseph Lister piensa en viajar por el continente y visitar las mejores clínicas de cirugía. La cirugía continental estaba algo más adelantada que la inglesa y no era raro este tipo de viajes de estudio.
Pero aunque la idea era buena, su profesor de fisiología, el Dr. Sharpey, le recomienda que antes pase una temporada con un amigo suyo, el profesor de cirugía en la Universidad de Edimburgo James Syme. Syme era uno de los más acreditados cirujanos del país hasta el punto de que era conocido como el Napoleón de la cirugía. Con la recomendación de Sharpey no hay problemas y Lister es admitido por Syme.
En Edimburgo Lister adquiere una gran experiencia como cirujano. El hospital era mucho más grande que los de Londres, tenía 228 camas. Además poco a poco va ganándose la confianza de su jefe que le nombra ayudante en su consulta privada. Lister se convierte en un hábil operador de toda clase de procesos quirúrgicos.
Es aquí donde Lister pone las bases de lo que sería el gran empeño de toda su vida: el tratamiento de la infección quirúrgica. En aquel tiempo se pensaba que la infección postoperatoria se debía a la presencia de elementos tóxicos del aire, las llamadas miasmas, que entrarían en el paciente operado por vía respiratoria alcanzando la herida operatoria produciendo la infección y la gangrena. Cada cirujano curaba las heridas de una forma distinta pues no había ningún método establecido. Pero Lister apreció que las fracturas cerradas nunca se infectaban mientras que las fracturas abiertas se infectaban siempre. Esto solo podía explicarse porque algún elemento infectado entraba directamente en la herida. Así lo expuso a sus colegas pero la idea fue desechada por absurda. No se conocía la existencia de bacterias, que serían descubiertas por Pasteur mucho más adelante.
En 1856 Lister se casa con Agnes, la hija de su jefe James Syme. Ahora era su jefe y su suegro.
EN GLASGOW
En 1859 Lister es nombrado Profesor de Cirugía de la Universidad de Glasgow. Ya era su propio jefe. En Glasgow encontró que las instalaciones eran mucho peores que las de Edimburgo y no tuvo inconveniente en pagar de su propio bolsillo las reformas necesarias para adecuar la sala de operaciones, la sala de disección (imprescindible para enseñar cirugía) y el recinto de clases teóricas, reformas que fueron muy bien acogidas. Además la lección inaugural ante el claustro de la Universidad había que darla en latín, como mandaba la tradición. Lister habla en latín sobre la mejor forma de amputar un miembro y dejarlo preparado para una prótesis. Su adaptación a su nuevo cargo fue rápida y en 1865 añade el de jefe de la Royal Infirmary de Glasgow con lo que el volumen de casos quirúrgicos aumenta.
En Glasgow Lister sigue investigando sobre la infección. Recibe noticias de otros investigadores que también trabajan en la misma línea. En 1840 William Budd, un médico de Bristol, llega a la conclusión de que el cólera se trasmite a través del agua contaminada por desechos fecales. En 1858 el cirujano de Londres John Snow llegó a la misma conclusión durante una epidemia de cólera en 1858. Ya en 1847 el ginecólogo de Viena Ignaz Sammelweis habías eliminado los casos de fiebre puerperal haciendo que los médicos se lavaran las manos con agua clorada antes de atender a las parturientas. Sammelweis se había basado en los trabajos de Oliver Wendell Holmes de la Universidad de Harvard que unos años antes había llegado a conclusiones semejantes pero que no habían sido aceptadas por sus colegas médicos. Todavía no se había descubierto la existencia de las bacterias como agentes de la infección pero ya flotaba en el ambiente científico la idea de que tenía que existir algún agente externo causante de las infecciones.
Con estas ideas en mente, Lister comienza a tratar las heridas con permanganato potásico, agente muy tóxico que irritaba los tejidos sanos pero que conseguía resultados espectaculares en la prevención de la infección. En busca de un antiséptico menos irritante recurre al ácido carbólico, también conocido como fenol. Lister realiza cuidadosos estudios para confirmar este hallazgo y en 1867 los publica en la revista Lancet, la más prestigiosa en el mundo de la medicina. Pero aunque parezca mentira, los cirujanos rechazaron este método, el único hasta el momento eficaz contra la infección post operatoria, por considerarla una novedad sin sentido que no beneficiaba a los pacientes.
DE NUEVO EN EDIMBURGO
En 1869 James Syme, el suegro de Lister y Profesor de Cirugía de la Universidad de Edimburgo, sufre un derrame cerebral que le incapacita para seguir ejerciendo su cargo. Menos de un año después fallece.
Lister es nombrado para sustituir a Syme en la Universidad de Edimburgo. Joseph Lister dedica gran parte del tiempo que le queda tras cumplir con sus obligaciones académicas, a perfeccionar su método de antisepsia con fenol. Diluye la solución para evitar la toxicidad y los resultados beneficiosos son los mismos. Pero la comunidad médica rechaza de plano el método. Es considerado estúpido en el mejor de los casos y muy peligroso para los pacientes en el peor de los casos. El último juguete de la ciencia médica, se dijo en otra ocasión. Nada más opuesto al verdadero progreso de la medicina, se dijo en otra. Método basado en fantasías no demostradas cuyos beneficios solo existen en la mente de sus autores, clamaban otros. Las ideas establecidas, por inconsistentes que sean, son difíciles de cambiar.
Lister entiende que convencer a los viejos cirujanos es imposible y se dedica a formar a nuevos cirujanos que incorporarán la antisepsia a la práctica quirúrgica en sus puestos de trabajo. También incorporó a su método el tratamiento de las suturas, tanto de seda como de catgut, así como la ropa de quirófano, al tratamiento con el fenol o ácido carbólico. Además utilizaba una pulverización de fenol en el aire del quirófano durante las operaciones con la intención de desinfectar el ambiente.
EL ABSCESO DE LA REINA VICTORIA
En 1871 la reina Victoria de Inglaterra pasaba unos días en el castillo de Balmoral, en Escocia. Tenía un absceso en una de sus axilas, absceso que no había respondido a los tratamientos conservadores y que había alcanzad gran tamaño. Lister es llamado a consulta y drena el absceso siguiendo todas las normas de la antisepsia: nebulización del aire con acido carbólico, limpieza de manos e instrumental con el mismo agente e irrigación de la herida quirúrgica. La intervención es un éxito y la reina se recupera sin complicaciones. Esta intervención aumenta aun más el prestigio de Lister como cirujano.
LA RELACION DE LISTER CON PASTEUR
Por aquellos años, en Paris el químico Louis Pasteur estudiaba las causas de la fermentación de los alcoholes y llegó a la conclusión de que era producida por un organismo vivo. Era la primera vez que se postulaba que organismos microscópicos, no conocidos todavía, tenían una función importante en los procesos biológicos. Siguiendo en esta línea, en 1877 descubre que la infección conocida como ántrax o carbunco era producido por un micro organismo que llamó bacteridia y que más adelante se llamarían bacterias. El interés de Pasteur en las infecciones no era solo científico sino personal, pues tres de sus hijos habían muerto de difteria. En 1878 comunica sus hallazgos en un artículo fundamental: La Teoría de los gérmenes y sus Aplicaciones a la Medicina y la Cirugía. Poco después el microbiólogo suizo Robert Koch estableció una técnica para poder cultivar las bacterias en el laboratorio. Quedaba establecido que las infecciones eran producidas por bacterias y cada enfermedad infecciosa por una bacteria distinta.
Estos hallazgos venían a respaldar todo el trabajo realizado hasta entonces por Lister. Desde entonces, y sin conocerse personalmente, ambos investigadores mantienen una correspondencia muy abundante. No se conocerían hasta muchos años después. Pasteur no dejó de reconocer el enorme mérito de Lister de haber presentido las causas de la infección antes de que se conociera la existencia de los gérmenes.
VIAJE A LOS ESTADOS UNIDOS
En 1876 Lister viaja a los Estados Unidos invitado a exponer su método de tratamiento de las heridas. Esto ocurría antes de que Pasteur demostrase la existencia de las bacterias. Lister da conferencias en Nueva York, San Francisco y Chicago y siempre encuentra una gran oposición a sus ideas y al método del ácido carbólico. Los cirujanos americanos eran todavía más renuentes que los europeos a aceptar los beneficios de este tratamiento. Pasaría algún tiempo para que, poco a poco, las ideas de Lister fuesen aceptadas en los Estados Unidos.
EL FINAL.
En 1877 Lister deja Edimburgo para trasladarse a Londres como cirujano jefe del Kings College. Tenía 50 años de edad. Su gran prestigio se impuso al rechazo de muchos de los miembros de este hospital, que consideraban inaceptables los nuevos métodos de enseñanza que Lister traía consigo.
En 1892 viaja a París donde se celebra un homenaje a Louis Pasteur que cumple 70 años. Por fin, ambos científicos que tanto se habían carteado, se conocen en persona. Poco después Lister se jubila al cumplir los 65 años de edad. Ya retirado llegan los homenajes. Doctor Honoris Causa de las Universidades de Oxford y Cambridge. Le fue concedido el Premio Boudet por su contribución fundamental al bienestar de la humanidad. Armado caballero por la Reina Victoria, es ahora Lord Lister. Presidente de la Royal Society.
Lister muere en febrero de 1912. Su enorme contribución al progreso de la cirugía ha quedado obscurecido por los modernos tratamientos con los antibióticos. Hasta entonces la prevención de las infecciones quirúrgicas siguieron las ideas de Lister, lógicamente mejoradas por nuevos antisépticos y por su derivada, la asepsia. Faltaban muchos años para que Alexander Fleming descubriese la penicilina en 1928 y Gerhard Domagk las sulfamidas en 1932.
En 1879, un médico americano, que había asistido a algunas de las conferencias dadas por Lister, fabricó un antiséptico con fenol (ácido carbólico) timol y mentol En 1881, el farmacéutico Jordan Lambert, compra la patente y la explota comercialmente como antiséptico bucal. Desde entones, este producto conocido como Listerine, en honor de Lister, sigue siendo utilizado por millones de personas.
Listerine es lo que ha quedado para el gran público, del gran John Lister. Y ni siquiera lo saben. Sic transit gloria mundi. Así pasa la gloria del mundo.
Este artículo ha sido posible gracias a los datos aportados fundamentalmente por las siguientes referencias:
Lindsay Fitzharris. The Butchering Art. Scientific American, New York, 2017.
José Manuel Sánchez Ron. El Jardín de Newton. La Ciencia A Través de Su Historia. Editorial Crítica. Barcelona, 2002.