Ali Bey viajó por distintos países de cultura árabe desde 1803 hasta 1807. Los distintos episodios y experiencias vividas durante su estancia en el mundo musulmán, los relata en un libro que escribió a su regreso. El libro se titula Viajes por Marruecos, Trípoli, Grecia, Egipto. Arabia, Palestina, Siria y Turquía, pues todos estos son los países que visitó.
Pero lo mas interesante es que Ali Bey se llamaba, en realidad, Domingo Badía y había nacido en Barcelona. Cuando decidió hacer este viaje era el administrador del Monopolio Real de Tabacos en Córdoba. En aquellos años, el primer ministro del gobierno del rey Carlos IV de España, Manuel Godoy, tenía interés en explorar las posibilidades de España en intervenir en el norte de Africa, lo que hoy conocemos como Marruecos. De alguna manera Godoy encomienda a Badía la misión de viajar por esa región, casi a modo de espía, e informarle a su vuelta de los posibles contactos que fuesen favorables a España y que estuviesen dispuestos a colaborar con nuestro país.
Nada mejor podía desear Domingo Badía, arabista autodidacta y aventurero de vocación. Como todo buen musulmán ha de ser circuncidado, lo que lleva a cabo en Londres. Después, ataviado con ropajes árabes y provisto de un documento, falso por supuesto, que le hacía miembro de una noble y acaudalada familia Siria, viaja a bordo de una lancha desde Tarifa a Tánger donde dará comienzo su viaje. Esto sucede el 29 de junio de 1803.
En su libro, Ali Bey o Domingo Badía, cuenta la multitud de abigarradas aventuras, muchas de ellas fantásticas y casi increíbles. Junto a muchos relatos también hay muchos silencios pero en conjunto se trata de una obra interesante e instructiva que se lee con agrado. A nosotros, en este momento, solo nos interesa relatar lo que Badía cuenta, que no es mucho, sobre las enfermedades y su tratamiento que encontró en su viaje.
Al finalizar su viaje, Domingo Badía regresa a España y se pone a las órdenes de José Bonaparte que a la sazón gobernaba en el país. Cuando las tropas de Napoleón han de abandonar España en el año 1812, Badía marcha también a Francia. Es allí donde escribe y publica su libro, que es editado en francés.
En 1818, siente la llamada del mundo árabe y viaja a Damasco, donde fallecería al poco de llegar.
LA CIRCUNCISION.
Domingo Badía se hizo circuncidar en Londres antes de viajar a Marruecos para aseverar su condición de musulmán, aunque fuese fingido. Pero no deja ninguna mención de este acto en su relato. Sin embargo si describe la ceremonia de la circuncisión a poco de llegar a Tánger. Se celebraba la fiesta de Malud, conmemoración del nacimiento de Mahoma. Esta fiesta duraba ocho días y todos los días se practicaba la circuncisión ritual de los niños. Se llevaba a los muchachos en una especie de procesión hasta el lugar convenido, que en relato de Badía era una ermita a las afueras de la ciudad . Se acompañaba de un grupo de músicos con gaitas y tambores. Llegado el momento, un hombre sujetaba al neófito mientras otro tiraba con fuerza del prepucio y lo cortaba con una tijera en un rápido movimiento. Se aplicaban unos polvos astringentes sobre a herida y se colocaba un vendaje. Toda la operación duraba menos de medio minuto, aunque en palabras de Domingo Badia, se hacía muy groseramente. El ruido de las gaitas y tambores no dejaban oír los lamentos de los pobres pacientes. Porque la operación se realizaba sin ningún tipo de anestesia.
UN HOSPITAL EN FEZ
En su viaje, nuestro autor llega a la ciudad de Fez y queda admirado por la gran cantidad de suntuosas mezquitas. Y también encuentra un hospital u hospicio, muy bien dotado según palabras de Badía. Estaba destinado únicamente para el cuidado de los locos. Se financiaba fundamentalmente con donativos entregados por gentes caritativas. Y su objeto era “asistir, dar remedios y enterrar en el mismo hospital a las grullas o cigüeñas enfermas o muertas”. Para los musulmanes, estas aves no eran sino personas que se trasformaban en cigüeñas para viajar a países lejanos y a su regreso muchos perdían la razón. Por lo tanto matar a uno de estos pájaros era delito grave castigado con severas penas.
UNA PLANTA NARCOTICA LLAMADA KIFF
Todavía en Fez, el viajero encuentra que se produce una importante cosecha de una planta narcótica que los lugareños llaman kiff. Podemos asumir que corresponde a la que en la actualidad llamamos marihuana. Es una planta de primavera pero nuestro autor solo pudo verla en forma seca y transformada en polvo. Una de las formas de usarla era ponerla en una vasija de barro con mucha manteca. Hacen hervir esta mezcla por espacio de doce horas. Después la filtran y sirve para sazonar la comida o para hacer duces. O se toma en forma de píldoras. Otra forma de usarse es fumarla como si fuese tabaco. Le dijeron que la intención no era embriagar sino hacer desviar la imaginación con ideas agradables. Domingo Badía nunca se atrevió a comprobarlo.
ALI BEY SE PONE ENFERMO
Durante su estancia en la ciudad d Semellia, Alí Bey, Domingo Badia, cae enfermo. Como en tantas otras ocasiones, el autor da pocos detalles pero dice que la enfermedad le puso a las puertas del sepulcro. En tres meses tuvo cinco recaídas y después pasó otro tanto tiempo en un estado de debilidad terrible, en palabras del propio viajero. No quiso consultar con ningún médico árabe, pues no se fiaba de sus métodos, y no había en el lugar ningún médico extranjero. Se vio obligado a curarse usando sus propias medicinas de las que estaba bien provisto. No nos dice cuales eran esas medicinas pero podemos hacer algunas conjeturas. La medicina occidental de aquellos tiempos tampoco estaba provista de grandes remedios. Se usaban fundamentalmente la quinina, los polvos de digital, los opiaceos, el arsénico, el bismuto y algunos derivados del mercurio. Tampoco solían faltar en este botiquín algún purgante o el hierro. Evidentemente estamos especulando a la vista de la nula información que nos proporciona Badia, pero forzosamente alguno de estos remedios los llevaría en su equipaje.
LOS MEDICOS DE LA MECA
En La Meca no se encuentran médicos propiamente dichos pero hay dos individuos que tienen el atrevimiento, dice Badía, de llamarse médicos. Empleaban siempre en sus curas oraciones y practicas supersticiosas. No había farmacias ni vendedores de medicamentos. Cuando una persona caía enferma, acudía al barbero que le hacía una sangría y le daba a beber agua de genjibre. También canela, clavo y otros aromas. El enfermo, dice Badía, cura o muere según la voluntad de Dios.
Menciona el bálsamo de La Meca, que en realidad no es de esta ciudad pero lo traen los beduinos que vienen de otras partes de Arabia. Es un producto vegetal extraído de un árbol que llaman Gilead.
LA SALUD EN DAMASCO
Hacia el final de su viaje, Ali Bey viaja a Damasco en Siria. Encuentra que la salud de sus habitantes es buena. Lo que atribuye a la buena alimentación, la vida tranquila y el uso de los baños calientes. La única enfermedad endémica es la que el viajero llama terciana doble maligna, evidentemente la malaria o paludismo. Mal curada, nos dice, degenera en hidropesía, obstrucción o cuartana. La peste es poco frecuente pero cuando llega causa muchas muertes, a pesar de lo cual los sirios no toman ninguna precaución, como sería el aislamiento de las zonas afectadas como se haría en occidente. Menciona Badía que en Damasco había médicos europeos pero no da más detalles.
EL FINAL
Como ya hemos dicho en la introducción, Domingo Badía, Ali Bey, dio por finalizado su viaje en 1807 y regresa a España para más tarde exiliarse en Francia. Pero en 1818 siente de nuevo a llamada de Oriente y decide volver a Damasco. El viajero y aventurero, que tantas peripecias y peligros, incluyendo enfermedades, tuvo que salvar, muere al poco tempo víctima de una disentería, enfermedad para la que no había remedio.
Para realizar este relato nos hemos servido de las siguentes referencias:
Ali Bey. Viajes por Marruecos, Trípoli, Grecia, Egipto, Arabia, Palestina. Siria y Turquía. J. de Olañeta Editor. Barcelona 2001,
Mariano Fontrodona. Ali Bey. La Increible y Agitada Vida de Domingo Badía. Historia y Vida. Nº 21. Diciembre de 1969.