El día 20 de mayo de 1455 el rey Enrique IV de Castilla contrae matrimonio con una princesa portuguesa, doña Juana, hija del rey de Portugal don Duarte y la española Leonor de Aragón.
Según las crónicas, la reina Juana era una mujer de espléndida belleza pero su carácter era demasiado alegre y desenvuelto para lo que se acostumbraba en la corte castellana. Se formó así una reputación de frivolidad que no iba a ayudarle en los acontecimientos futuros…
Es ya un argumento tópico de la historia que el matrimonio de Enrique IV y la reina Juana tuvo problemas. De hecho, el rey Enrique ha pasado a la historia con el sobrenombre de “el impotente”. La historiografía moderna no termina de ponerse de acuerdo en este punto pero el hecho es que en su época era la opinión dominante, al menos entre parte de la nobleza por lo que podría ser opinión interesada. Así, cuando la reina se queda embarazada y da a luz, en febrero de 1462 a la princesa Juana, la corte y la nobleza dudan de la paternidad de esta criatura. De hecho la paternidad de atribuyó por algunos (también de forma interesada por supuesto) al secretario del rey don Beltrán de la Cueva por lo que la joven princesa ha pasado a la historia conocida como Juana La Beltraneja.
Vamos a dejar esta controversia en manos de los historiadores que todavía no se han puesto de acuerdo sobre la verdadera paternidad de Juana de Castilla La Beltraneja. Lo que aquí nos interesa es una noticia que no aparece en los libros de historia pero que se ha reseñado en algunas crónicas. Concretamente un tal Hieronymus Munzer, que viajó por España durante 1495 y 1495, dejó escrito que la reina Juana fue inseminada artificialmente utilizando una cánula de oro para introducir el semen del rey en la vagina real. Por lo visto esta maniobra fue realizada por un médico judío llamado Sumaya Lubel, ya que a los católicos les estaba prohibida la realización de prácticas de este tipo. Es más, en propio Munzer en su escrito menciona que la calidad del semen real utilizado era “acuoso y estéril”, comentario que parece interesado en favorecer la tesis de quienes sostenían la bastardía de la princesa. Sea como fuere, es interesante el hecho de que ya en el siglo XV alguien menciona por escrito una maniobra ginecológica que cinco siglos más tarde se convertiría en algo habitual.
Como curiosidad mencionaremos que un siglo después, Bartolomeo Eustaquio (el anatómico que dio nombre a la trompa de Eustaquio) realizó alguna inseminación introduciendo el semen en la vagina ayudándose del dedo, recomendando esta maniobra como efectiva cuando fuese conveniente. Posteriormente Lázaro Spallanzani realizó inseminaciones en animales. No lo hizo en humanos por estar prohibido por la Iglesia pero dejó mención de que también podría hacerse con éxito si fuese necesario
Este suceso tuvo consecuencias importantes. La nobleza castellana se divide en dos bandos, los partidarios de La Beltraneja y los de Isabel, la hermana del rey. No hay documentación de la época que justifique la bastardía de la hija de Enrique IV y el Padre Mariana, en su historia General de España editada en 1780, proclama que esta fábula se forjó en beneficio de la futura Reina Católica. El único estudio científico de que disponemos es el del Dr. Gregorio Marañón que en su libro sobre Enrique IV de Castilla y su Tiempo concluye que aunque el rey seguramente padecía una endocrinopatía no era necesariamente impotente y que su hija Juana era legítima. En cualquier caso esto provoca una guerra civil en Castilla que conoce episodios aun más sorprendentes. Así, en el año 1467, reina Juana fue enviada contra su voluntad al castillo de Alarjos como garantía de las negociaciones de los dos bandos. En este castillo, la reina conoce y se enamora de un apuesto galán, don Pedro de Castilla, también conocido como El Mozo, sobrino del arzobispo de Sevilla. Con este amante, la reina Juana aún casada con Enrique IV, tiene dos hijos. Como era de esperar, el rey se lo tomó bastante mal y seguramente este hecho precipita el final de la guerra civil castellana por el tratado de Los Toros de Guisando, por el que se reconoce a Isabel, futura Reina Católica, como heredera de Castilla en detrimento de la Beltraneja. Asimismo, por el mismo tratado se acuerda la separación de Enrique y Juana, regresando la reina a Portugal.
Para resumir, podríamos especular que esta maniobra de inseminación real fuese un dato importante en dudar de la verdadera paternidad de la princesa, dando origen a una guerra civil y al reinado de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos.
Como anécdota, a la muerte de Isabel la Católica, su esposo el también católico rey Fernando pensó en desposarse con la reina viuda Juana de Portugal y resolver así el problema dinástico. Pero eso es otra historia.
Nuestras fuentes principales para la confección de este artículo son el Diccionario de Historia de España, Alianza Editorial de 1979 y Revista Historia y Vida, número 78 de septiembre de 1974.