Sigmund Freud nace en una familia judía en Freiberg, pequeña ciudad del imprerio austro húngaro donde la mayoría de sus habitantes eran católicos y el antisemitismo era patente. Su padre tenía un modesto taller de tejidos y terminó trasladándose con toda la familia a Viena por motivos económicos y quien sabe si huyendo del ambiente anti judío. Sigmund Freud ingresa en la Universidad de Viena en el año 1873 para estudiar medicina. No vamos a entrar en este momento en la carrera profesional de Freud y en su teoría de la neurosis como resultado de la represiones y traumas infantiles. Descubre en que medida el incosciente condiciona al hombre y su historia e introduce el psicoanálisis como tratamiento de la neurosis.
Pero como cualquier otro ser humano, rico o pobre, famoso o anónimo, Freud estaba sometido a padecer enfermedades físicas. En el año 1923 es diagnosticado de un tumor en el paladar. No hemos encontrado información precisa sobre la naturaleza de este tumor, pero su evolución demuestra que se trataba de un proceso maligno. Ese mismo año es operado en Viena por un prestigioso cirujano, el Dr. Hajek, pero la intervención se complicó por una profusa hemorragia y no fue del todo satisfactoria. Unos meses después se comprueba que el tumor se ha extendido al maxilar superior.
Otra vez es intervenido quirúrgicamente, de nuevo por el Dr. Hajek y por otro cirujano, el Dr. Pischler. El Dr. Pischler dejó escritas unas notas en las que cuenta como Freud fue operado en 33 ocasiones a lo largo de los siguientes 16 años. Le fue extirpado el paladar, el maxilar superior, parte de la mejilla y del tabique nasal. Esta cirugía tan radical dejó un gran defecto que tuvo que ser corregido por una prótesis metálica para poder comer y hablar. Próteisis muy incómoda y dolorosa que Freud odiaba. Nunca comía en público y solo lo hacía acompañado de su hija Anna, que le cuidó hasta sus últimos días y que posteriormente se hizo cargo de su legado científico.
En el año 1938, los Nazis invaden Austria y Freud, de raza judía, con más de 80 años de edad y gravemente enfermo, se ve obligado a exiliarse. Pero las autoridades alemanas se niegan a dejarle salir. Sus obras estaban prohibidas por el nazismo y sus libros habían sido quemados públicamente en Berlin. Tuvo que intervenir el mismísimo presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, e incluso Mussolini para que pudiera salir de Austria. No olvidemos que para entonces Freud era un científico reconocido mundialmente. Eso si, en un último gesto repugnante, las autoridades alemanas de ocupación exigieron el pago de 250.00 schillings, al cambio de entonces 4800 dólares, cantidad muy elevada para la época. Este rescate fue pagado por una paciente suya, la princesa griega Marie Bonaparte. Finalmente Freud puede abandonar la Viena ocupada y trasladarse a Gran Bretaña donde es acogido calurosamente. Un discípulo suyo, el Dr. Ernest Jones, instala al enfermo Freud en Hampstead, cerca de Londres. El gobierno británico le concede la nacionalidad y la Royal Society le inscribe en su libro de honor.
Pero la enfermedad sigue avanzando. El tumor, ya incontrolable, invade gran parte de la cara. El olor que desprende es nauseabundo y Freud tiene que dormir bajo un mosquitero para evitar las moscas. Finalmente, su médico da cabecera durante los últimos diez años y que le acompañó en el exilio, el Dr. Max Schur, accediendo a la petición del enfermo, le suministra una dosis de morfina que pone fin a tanto sufrimiento. Sogmund Freud muere el 23 de septiembre de 1938 a los 83 años de edad. Pocos días antes había comenzado la Segunda Guerra Mundial.