José de Letamendi fue un médico español del siglo XIX. Su influencia en la medicina de su época fue enorme pero ya entonces sus ideas y métodos fueron motivo de debate. Sus partidarios fueron legión, pero tampoco le faltaron detractores. Aceptó sin reservas los descubrimientos y avances de la fisiología y la medicina del siglo XIX, pero se quedó algo estancado en el paso a la incipiente medicina del siglo XX que entonces ya asomaba en el horizonte español. Su concepto de médico total, científico y humanista a la vez, fue superado por la aparición de los especialistas, cada uno de ellos experto en un solo órgano o patología. Bien conocido es su aforismo (que, aunque bien conocido por todos, pocos son los que lo atribuyen a Letamendi), de que el médico que solo medicina sabe, ni medicina sabe. En esta frase se resume toda la filosofía médica del Dr. José de Letamendi.
BOSQUEJO BIOGRÁFICO
José de Letamendi nace en Barcelona el 11 de mayo de 1828. Su padre muere poco después por lo que José y su hermana quedan a cargo de la madre que, de forma casi heroica, saca adelante a la familia en medio de grandes dificultades económicas, hasta el punto de tener que acudir a la beneficencia municipal para conseguir alimentos.
Pero José era un buen estudiante y entre 1838 y 1842 estudia en el Seminario Conciliar de Barcelona, destacando
en gramática y retorica latina. Posteriormente estudia tres años de filosofía en la Universidad de Barcelona y obtiene el título de bachiller.
Para ayudar a su madre en el sostenimiento de la familia, José de Letamendi da clases particulares de matemáticas, disciplina de la que tenía un buen dominio. Era un buen profesor y pronto tuvo discípulos entre los hijos de la burguesía catalana como, por ejemplo, los del alcalde de Barcelona.
SE HACE MEDICO
Ingresa en la Facultad de Medicina de Barcelona a los 17 años de edad. Obtiene la licenciatura en 1852. Se dedica con especial interés a la anatomía y obtiene, por oposición, primero la plaza de ayudante de anatomía y posteriormente la cátedra en la que practicaría la docencia de esta asignatura durante 30 años, hasta su marcha a Madrid. Su paso por todos los escalones de la enseñanza de la anatomía le permitió decir, con gran sentido del humor, que el único puesto que no había ostentado era el de cadáver.
CIRUJANO EN BARCELONA
En esta época barcelonesa, Letamendi desarrolla su práctica privada como cirujano en la que destaca por sus grandes conocimientos de la anatomía. Descubre una nueva técnica de anestesia local y publica de forma habitual en las revistas médicas de su tiempo.
Es miembro de la Real Academia de Medicina de Barcelona, presidente del Instituto Médico de dicha ciudad, corresponsal de la Academia de Medicina y Cirugía de Valencia, vocal de la Junta Municipal de Sanidad y presidente de la primera Sociedad Española para la inoculación de la vacuna.
HUMANISTA Y CIENTIFICO
Pero de forma simultánea, y esta es una de las características de la actitud personal de Letamendi, se involucró en diversas actividades no médicas. Fue socio fundador del Ateneo de Barcelona y su presidente desde 1860 a 1878. Durante este periodo dictó numerosas conferencias de temas no médicos.
Además, aprovechando sus amplios conocimientos de matemáticas y física diseño unas pilas eléctricas que llamó acumuladores. Buen amigo personal de Narciso Monturiol, le asesoró en el desarrollo del primer sumergible diseñado en España, e incluso en una ocasión participó como pasajero en una de las inmersiones.
EN MADRID
En 1878, a los 50 años de edad, obtiene por concurso de méritos el traslado a la cátedra de Patología General de la Universidad de Madrid. Es interesante que no se traslada a una cátedra de anatomía como la que tenía en Barcelona sino a una cátedra de medicina clínica
El Dr. Letamendi no tarda en adaptarse tanto a la vida profesional como a la vida social de la capital. Llega a ser decano de la Facultad de Medicina, participa activamente en la reforma de los estudios de medicina y se prestigia como médico clínico. Así mismo fue miembro de la Real Academia de Medicina de Madrid.
EL TRATADO DE PATOLOGIA GENERAL
Pero su gran obra en esta etapa es su tratado de Patología General que marca una época en la enseñanza de esta disciplina. Este tratado fue el primero de una trilogía que no pudo completar. El segundo volumen era la Clínica General y el tercer volumen una Historia de la Medicina que no se llegó a publicar pues la muerte le sorprendió antes de completarla.
LETAMENDI EN LA POLITICA
También hizo una incursión en la política. Fue Senador del Reino y Consejero de Instrucción Pública. Se afilió al partido progresista liberal dirigido por Práxedes Mateo Sagasta.
EN EL MUNDO DE LA CULTURA MADRILEÑA
En el mundo de la cultura también brilló el Dr. Letamendi. Su cultura enciclopédica le hizo ser considerado por algunos como el prototipo de sabio. Dominaba perfectamente el latín y el griego y llegó a traducir textos de esos idiomas. Hablaba el alemán, francés, inglés y algo de ruso. Orador habitual en el Ateneo de Madrid en el que brillo como gran polemista. Discutir con Letamendi de cualquier tema era empresa de héroes, se llegó a decir. Fueron famosas las veladas culturales que organizaba en su domicilio, veladas de secano se llamaron porque no se servían bebidas alcohólicas, frecuentadas por numerosos asistentes entre los que se encontraban algunos tan ilustres como José Zorrilla, Campoamor y Segismundo Moret.
LA MUSICA
Destacó también en la música. Aunque en gran parte fue un autodidacta, tocaba el violonchelo con buena técnica. Incluso se atrevió con la composición. Fue amigo de Bretón y Barbieri. Musicó un Deus Irae, composición que llegó a oídos de los Padres Agustinos de El Escorial que por ello le encargaron una Misa Solemne. Misa que finalmente fue interpretada en la iglesia del Monasterio de El Escorial para celebrar el aniversario de la muerte de Felipe II.
LA DIFICIL TRANSICION A LA MODERNIDAD
Letamendi vivió la época en la que destacaron Ramón y Cajal, Torres Quevedo, Achucarro y Menéndez Pelayo entre otros cultivadores de las ciencias y las letras.
En este ambiente, un personaje como Letamendi que no dudó en tratar muchos temas, tanto de la medicina como de las matemáticas, la física, la música, las lenguas clásicas y casi todos los temas de la cultura, tenía sin remedio que ser objeto de muchas polémicas.
La segunda mitad del siglo XIX fue una época de transición para la ciencia. Letamendi quiso mantenerse fiel al espíritu hipocrático, o neo hipocrático como se decía entonces, que consideraba la medicina como un todo alejada de la especialización que intentaba abrirse camino. Tal vez fue demasiado dogmático alejado de las normas experimentales ya en boga en otros países. No se interesó en los nuevos avances. En la medicina humana, dijo, falta el hombre y sobra la rana, en relación a este animalito tan usado en los experimentos. Le acusaron de interesarse más por la filosofía médica que por la medicina clínica.
Uno de sus biógrafos, Silverio Palafox, llegó a decir que Letamendi fue el médico español del siglo XIX más discutido y, tal vez, el más discutible.
PARTIDARIOS Y ADVERSARIOS
Sus partidarios, que fueron muchos, llegaron a llamarle el nuevo Hipócrates español. Pero la realidad es que Letamendi no creó una escuela que transmitiesen sus conceptos médicos en el futuro.
Sus adversarios, que también fueron muchos, consideraban que su producción polifacética pecaba de improvisación. Le aplicaron el conocido refrán de que quien mucho abarca poco aprieta.
La verdad es que algunos de sus detractores fueron muy crueles. Así Pío Baroja dijo que Letamendi era un farsante. Pero hay que decir que Baroja fue alumno de Letamendi en la Facultad de Medicina de Madrid, y fue suspendido reiteradamente en su asignatura. Por este motivo Baroja trasladó su expediente a la Facultad de Valencia, donde fue suspendido de nuevo. El ilustre escritor estuvo a punto de abandonar los estudios de medicina. En cualquier caso, acabó la carrera, pero nunca practicó la profesión.
Más duro, si cabe, fue Gregorio Marañón, que recomendó que nadie le leyera. Criticó su enciclopedismo y su intento de renovación hipocrática, algo ya pasado de moda. Sin embargo, también admitió que su Patología General fue un avance en su tiempo.
ENFERMEDAD Y MUERTE
Durante muchos años, Letamendi sufrió una dolencia crónica intermitente que le producía intensos dolores. Dolores que a veces le obligaban a guardar cama durante días o semanas y en los casos más agudos incluso meses. No por ello suspendió su actividad literaria. A veces, nos dijo, escribo a hurtadillas del dolor. Uno de sus mejores amigos, el Dr. Pulido, nos ha dejado un testimonio de lo que vio durante uno de estos episodios de dolor: exhausto de fuerza, pálido, consumido, abatida la expresión, entrecortada y difícil la palabra. Respiración disneica, lentos y desmayados los ademanes. Cuando superaba uno de estos episodios agudos, podía retornar a una actividad casi normal, aunque poco a poco su cuerpo se fue agotando. Los últimos cinco años de su vida los pasó confinado en su domicilio.
Aunque sus biógrafos no entran con claridad en la naturaleza de su enfermedad, parece claro que Letamendi sufría del llamado mal de la piedra. Este era el nombre que se daba a los cálculos del aparato urinario, especialmente a los de la vejiga. No existía tratamiento para estos cálculos excepto la cirugía, procedimiento que en aquellos años era muy arriesgado. Una pista que nos confirma el diagnóstico es que uno de sus amigos y que fue su médico durante muchos años, el Dr. Suender, era urólogo. Otra pista: Letamendi, que conocía bien el idioma griego, había traducido el juramento de Hipócrates y en algún de sus momentos de dolor se acordó de aquel párrafo que se refería a su dolencia: no cortaré ni siquiera ciertamente a los cálculos dejando este negocio a los menestrales del oficio. Según Letamendi esta es la traducción correcta, aunque en otros textos s dice: no practicaré la talla dejando esta operación a otros especialistas. En cualquier caso, el enfermo acudía a este texto de Hipócrates, que consideraba todavía vigente, para justificar el por que no se sometía a la operación.
Como era habitual en estos casos, se presentó una infección de orina, infección que se extendió al resto del organismo (septicemia). Durante cuatro o cinco días tuvo escalofríos y fiebre alta sin que su pensamiento se alterase. Todos los recursos terapéuticos fueron inútiles. Como resultado de este episodio, el Dr. José de Letamendi falleció el día 6 de julio de1897.
EL RECUERDO QUE NOS QUEDA
José de Letamendi hoy está injustamente olvidado. Sin duda tuvo una gran influencia en la medicina y los médicos de su tiempo. Su tratado de Patología General fue un instrumento necesario en la enseñanza de la medicina. Es cierto que no supo embarcarse en las nuevas corrientes científicas de transición al siglo XX (por ejemplo, fue un claro detractor de la teoría de la evolución de Darwin). Visto desde la perspectiva del siglo XXI fue un error, pero en su tiempo este camino no estaba claro.
Su actividad en el mundo de la cultura, las lenguas clásicas y modernas, la filosofía, matemáticas, física, música en incluso pintura, le convierten en un médico humanista solo superado, tal vez, años más tarde por el Dr. Gregorio Marañón. Uno de sus aforismos resume el talante de Letamendi: el médico que no es a la vez un filósofo, no es ni siquiera médico.
Su escritura, ampulosa y barroca hacen trabajosa su lectura en la actualidad. Lo que no puede negarse es el gran esfuerzo que hizo el Dr. Letamendi por unir ciencia y cultura por lo que merece un puesto de honor en la historia de la medicina española.
Para escribir este artículo nos hemos ayudado de los siguientes textos:
Federico Oliver Cobeña. Letamendi. Editora Nacional 1951.
Josep de Letamendi, Rafael Forns. Obras Completas de José de Letamendi. Establecimiento Tipográfico Rodríguez Ojeda. Madrid 1907 (Ed. Facsimil).
Enrique Peiró Rando. La Obra Científica del Dr. Letamendi. Anales de Medicina y Cirugía. Enero – Febrero 1968.
Silverio Palafox. Haz y Envés del Letamendismo Neo Hipocrático. Publicaciones Médicas Biohorm. Sección Medicina e Historia. Fascículo IX. Marzo 1965.