El Dr. Luis Noguer y Molins (1886-1972) publicó en el año 1916 un sugestivo librito de bolsillo sobre exploración clínica práctica. En el prólogo, el Dr. Martín Vallejo, hizo un sorprendente vaticinio: “me equivocaría, y lo sentiría mucho, si este libro no tuviera éxito, y si no le viéramos, con frecuencia, cerca de las camas de nuestros hospitales”. No se equivocó, el éxito va a cumplir los cien años. Martín Vallejo, afirma como preludio o presagio del sistema MIR: “es preciso que los alumnos y los médicos jóvenes aprendan a explorar en los hospitales antes de lanzarse al ejercicio de la profesión”. Esta insólita resiliencia casi centenaria –ha llegado a la 27ª edición, 2011- es también fruto de los profesores Balcells Gorina y Prieto Valtueña, que hicieron mejoras y han mantenido actualizado este práctico manual. Es cierto que el “Noguer-Molins” todavía le vemos con frecuencia, a pie de cama, en papel o formato electrónico, quizás solo en los bolsillos de los estudiantes de Medicina y para responder al multi-test de Semiología clínica.
Fernando Diz-Lois Martínez, ha expuesto de forma conmovedora, en la reciente V Escuela de Verano para Médicos Residentes de Medicina Interna (Santiago de Compostela, junio 2013) cómo don Carlos Jiménez Díaz “llegaba la sala periódicamente, le presentaban un enfermo, él se sentaba en la cama a su lado y lo iba explorando al tiempo que conversaba con él. Completaba la anamnesis y a medida que iba obteniendo datos exploraba buscando signos que conformasen sus sospechas”. Por cierto, Jiménez Díaz dejó escrito un cautivador y olvidado libro sobre “El médico Explorando a su Enfermo”.
Sin embargo, estas prácticas médicas ¿son voces del pasado? ¿desaparece el pase de visita médica a pie de cama?
Una amenaza se cierne sobre la relación médico-enfermo, el método clínico y, sobre todo, la exploración física que está en la frontera de lo transeúnte en el sentido de Laín, y por tanto con riesgo de desaparición. Sin duda, la exploración física en las salas hospitalarias “va a menos” o es considerada práctica de antaño.
Con gran perspicacia, Castilla del Pino (Pretérito Imperfecto, 1977) definió la nueva aproximación al enfermo: “hoy el diagnóstico es de imagen y el médico no tiene que aguzar sus sentidos frente al diagnóstico semiótico, característico de la medicina hasta hace unas décadas, el actual diagnóstico puede llamarse icónico”. El cirujano y académico García Barreno detalla con perplejidad e ironía en un fascinante artículo (Revista de Occidente, noviembre 2010) al nuevo i-Patient, “lo más próximo al paciente ideal, aquel a quien nunca se ve”, y añade, ante el nuevo pase de visita, impuesto sobre todo por los Médicos Residentes, “la versión digital del enfermo, analizado, escaneado, a veces desde la Urgencia o Admisión, es discutida en el búnker-tecnológico mientras el enfermo real apenas se ve, se explora”. ¿Decadencia o choque generacional? Es sencillamente pasar visita a las historias en vez de hacerlo a los enfermos. La vivencia diaria al sentarse en el lecho del enfermo no es un eco del pasado. El enfermo tiene miedo, angustia, ansiedad, esperanza, temor a la muerte, es un ser humano al que debemos escuchar, tocar, con tacto, empatía y comprensión.
A lo último, tenemos que estimar y reconocer el esfuerzo humilde de cada día, de los médicos que hablan, tocan a sus enfermos, y toman decisiones –el arte de la Medicina- con equilibrio integrador entre las sencillas habilidades clínicas, las técnicas imagenológicas y la medicina factual o probatoria.
Si, todavía puede y debe existir el “médico de sus enfermos”, sentado u a pie de cama.
El Dr. Javier Barbado es Jefe de Sección de Medicina Interna y Tutor de Docencia en el Hospital Universitario La Paz, Madrid.