William Osler es un genuino representante de la medicina clínica anglosajona de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Vive intensamente la experiencia, que también transmite a sus colaboradores y alumnos, del tránsito de la medicina pre científica a la medicina científica propiamente dicha. Participa directamente en el desarrollo de las facultades de medicina más importantes de su tiempo (e incluso del nuestro) como son McGill en Montreal, Johns Hopkins en Baltimore y Oxford en Inglaterra. Uno de sus logros más notables fue introducir cambios importantes en la formación de los médicos. Hasta entonces, una ligera formación teórica y corto espacio de tiempo al lado de algún médico con experiencia era suficiente. Osler introdujo le enseñanza reglada en la sala disección primero y después en la sala de autopsias y en las salas de enfermos bajo la dirección de un profesor. Incluso hizo obligatorio el pasar un año completo en el hospital antes de obtener el título de médico. Fue, sin duda, el primer programa de médicos internos.
William Osler no hizo ningún descubrimiento importante en la historia de la medicina. Pero supo poner en valor de forma ordenada los nuevos descubrimientos según se producían. La anatomía patológica, la bacteriología, las vacunas y los principios de la salud pública, la química al servicio de los análisis clínicos, formaron parte del ejercicio de la medicina. Y todo ello no sin esfuerzo, venciendo la resistencia de numerosos colegas frente a todo lo nuevo. Viaja a Europa, donde estaban las instituciones científicas y médicas más importantes de aquellos tiempos, donde conoce a investigadores de la talla de Virchow y Pasteur. También se cartea con Sigmund Freud.
Hoy, cien años después de su muerte, el espíritu de William Osler sigue estando presente en muchos aspectos de la medicina actual. La ciencia médica ha evolucionado mucho desde entonces, pero el espíritu sigue vigente. Dijo Osler, la medicina no es simplemente una profesión, es sobre todo una forma de vida.
EL PRINCIPIO.
El padre de William Osler, Featherstone Osler, era un pastor anglicano. Fue ordenado por el Arzobispo de Canterbury en marzo de 1873 e inmediatamente enviado a Canadá, que formaba ya parte del Imperio Británico, para remediar la escasez de pastores anglicanos en una tierra donde los metodistas se estaban imponiendo. En la primavera de ese miso año, Featherstone Osler y su esposa Ellen llegan a Canadá. Fue enviado a ejercer su ministerio al despoblado Alto Canadá, más o menos lo que hoy conocemos como la provincia de Ontario. El Bajo Canadá, poblada mayoritariamente por católicos de origen francés, es lo que hoy conocemos como Quebec.
NACE WILLIAM OSLER
Los Osler finalmente se instalan de forma estable en el pequeño poblado de Bond Head (nombre que conmemoraba al que fue gobernador del Alto Canadá, Sir Francis Bond Head). Allí nacieron los hijos de esta familia. El octavo de ellos fue William, el futuro Dr. Osler que nació el 12 de julio de 1849. En su propia casa recibió una educación basada en el conocimiento profundo de la biblia como correspondía a la casa de un pastor de la Iglesia de Inglaterra. A los 16 años de edad, ya un muchacho sano y fuerte que destacaba en la práctica del deporte, es enviado al Trinity College de la cercana ciudad de Weston para estudiar humanidades, tal vez pensando en tomar la carrera religiosa como su padre.
UN CAMBIO DE ORIENTACION.
En el Trinity College, el estudio de humanidades y lenguas clásicas no entusiasmaba a William. Pero uno de sus profesores de clásicas, el reverendo Arthur Johnson era muy aficionado a las ciencias naturales. Introdujo a William en el mundo de la botánica y la zoología. Aprendió a clasificar fósiles, semillas, plumas, insectos y demás ejemplares de la naturaleza. Pero además Johnson disponía de un microscopio, instrumento no fácilmente disponible en aquel ambiente. William quedó fascinado por lo que veía a través del microscopio. Su interés aumentó aún más cuando conoció a James Bovel, médico de Toronto y amigo de Johnson y también aficionado al microscopio. El estudio de las humanidades ya no parecía tan interesante.
SE HACE MEDICO
En 1859 Darwin publica su obra fundamental sobre El Origen de las Especies. William la lee con interés a pesar de ser una obra mal vista en los ambientes religiosos y bíblicos en los que vivía. Pero la balanza se inclinó hacia un lado y William ingresa en la Escuela de Medicina de Toronto en 1868. La enseñanza no era buena, no existía una biblioteca, los estudiantes pagaban directamente a los profesores, apenas había alguna práctica de disección y los pacientes del Hospital General de Toronto eran escasos y mal atendidos. Por eso en 1870 se traslada a estudiar a Montreal en la Escuela de Medicina McGill, la mejor sin duda de todo Canadá. Aun así, la enseñanza no era comparable como la que se daba en las mejores universidades de Europa. Por eso, cuando William Osler termina en 1871 la carrera de medicina, a los 22 años de edad, con los títulos de Doctor en Medicina y Licenciado en Cirugía, solo piensa en ir a Europa.
PRIMER VIAJE A EUROPA
En 1872 viaja a Londres. El viaje se lo costea con unos ahorros y un préstamo de su hermano Edmund. Se inscribe en la Universidad de Londres y acude al Guy Hospital, el University College Hospital y el St. Thomas Hospital, prácticamente lo mejor de Inglaterra. Inicialmente piensa en hacer alguna especialidad como la oftalmología pero finalmente se decide por la medicina general, lo hoy llamaríamos medicina interna. En una reunión de la Royal Society conoce a Charles Darwin.
En 1983 viaja a Alemania, concretamente a Berlin donde tiene la oportunidad de acudir a las clases que impartía Virchow, entonces uno de los científicos más importantes de Europa. Con él perfecciona la técnica de la necropsia que tan importante le iba a ser en el futuro. Osler dejó escrito que la minuciosidad de Virchow haciendo una autopsia era tal que podía durar varias horas. En1874 se traslada a Viena, por entonces supuestamente la capital de la medicina mundial, donde acudían estudiantes de muchos países para completar su formación. De hecho, Osler encontró en Viena a más de 50 estudiantes norteamericanos. Pero Viena no le impresionó demasiado, “está infinitamente por debajo de Berlín”. A finales de este año regresa a Canadá.
DE VUELTA EN CANADA
Se instala en Montreal y es nombrado Profesor de Instituciones de Medicina en la Universidad de McGill. También acude al Hospital General de Montreal. Como los ingresos por su actividad académica eran escasos, también se dedica a la medicina privada adquiriendo un gran prestigio que resulta en una abundante clientela y una situación económica desahogada. Trabajador incansable, su dedicación a la medicina es total. Hace gala, y así se lo enseña a sus alumnos, de una exploración muy cuidadosa del paciente para llegar al diagnóstico (todavía no existía la radiología y los métodos de laboratorio era primitivos) y realizaba personalmente las autopsias para confirmar el diagnóstico. En cuanto a la terapéutica, prescindió de todos los tratamientos empíricos sin utilidad demostrada pero tan en boga en aquellos momentos y se limitó a prescribir los pocos fármacos de utilidad conocida (la quinina, la digital, los morfínicos y poco más) e insistió en las medidas higiénicas y en ayudar a la naturaleza de cada paciente a conseguir la mejoría. Al principio fue muy criticado por algunos de sus colegas, todavía atados a la medicina tradicional a base de sangrías y purgantes, por el limitado uso de los tratamientos habituales pero William Osler ya había entendido que en la mayoría de los casos el remedio era peor que la enfermedad. Sus conceptos terminan por imponerse y extenderse hasta el punto de hacer de McGill una de las Universidades Médicas más importantes de Norte América.
SEGUNDO VIAJE A EUROPA
En 1884 William Osler, ya convertido en un prestigioso internista, viaja de nuevo a Alemania. Allí retoma el contacto con su antiguo profesor Virchow. Pero sobre todo, tiene la oportunidad de comprobar el nacimiento de una nueva disciplina, la bacteriología. Desde los primeros trabajos de Pasteur en Paris, esta disciplina avanzaba rápidamente. Osler pudo conocer de primera mano los trabajos de Robert Koch, descubridor de los bacilos causantes del carbunco, la tuberculosis y el cólera. Friedlander había cultivado el neumococo, causante de la neumonía. Por primera vez en la historia de la medicina se había descubierto las causas directas de las enfermedades infecciosas, que comprendían la mayor parte de las enfermedades graves de aquellos años. Osler regresa a Montreal llevando consigo este cúmulo de nuevos conocimientos y muestra a sus estudiantes la etiología infecciosa de la tuberculosis unos mese antes de que llegase la primera publicación de Robert Kock describiendo su hallazgo.
A LOS ESTADOS UNIDOS
La facultad de medicina de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia había sido durante más de cien años una de las más importante del país. Pero las cosas podían cambiar. La Universidad de Harvard, un rival directo, había aumentado la carrera de medicina a tres años cuando en Filadelfia era de dos años. Además, en la cercana ciudad de Baltimore existía un proyecto de fundar una nueva escuela de medicina. En Filadelfia, en toda la historia de su facultad los profesores siempre habían salido de su propia facultad. La endogamia era total y llegó el momento en que se pensó en romper esta tradición para mejorar y competir con las otras Universidades. Así en 1884 se ofrece al canadiense William Osler la cátedra de Medicina Clínica. Es el primer forastero y además extranjero en sumarse al profesorado. En Filadelfia Osler destaca como profesor y también consigue ejercer la medicina privada con éxito. Lleva consigo su filosofía de medicina total desde la clínica, el laboratorio y la anatomía patológica (las autopsias) y llega a crear una escuela de alumnos y colaboradores que consolidarían el futuro de la Universidad.
Mientras tanto en Baltimore, en el vecino estado de Maryland, las cosas se movían. El comerciante, financiero y millonario Johns Hopkins fallecido en 1873, había dejado un legado de 7 millones de dólares, para construir una escuela de medicina. De esta fabulosa cantidad para la época, dos millones y medio debían ir para construir un hospital que fuese el mejor del mundo. La Fundación constituida para el caso contrató a los mejores gestores y constructores del país. En 1884 la Universidad Johns Hopkins ya estaba constituida así como el hospital y comienza a organizar su facultad de medicina. William Osler es contratado como profesor de Teoría y Práctica de la Medicina. En 1888 se traslada definitivamente a Baltimore.
Osler se convierte en un pilar fundamental del hospital Johns Hopkins. Allí coincide con algunos de los médicos que escribirían el futuro de la medicina mundial como Halsted y Cushing (este último, por cierto, escribiría la primera biografía de William Osler años después). Cuando por fin la Facultad de Medicina echa a andar, Osler es nombrado Decano. Es entonces cuando publica su obra magna, The Principles and Practice of Medicine, que en los años siguientes realizaría más de diez ediciones. Este tratado fue el libro de texto fundamental para varias generaciones de médicos de habla inglesa. En 1882 se casa con Grace Gross, viuda de uno de los cirujanos más importantes del momento, el Dr. Samuel Gross.
De nuevo en Baltimore Osler aplica los nuevos conceptos de la enseñanza de la medicina, copiando algunos de los procedimientos que había conocido en sus viajes por Europa. Instituyó por primera vez el internado, es decir que los alumnos del último año de la carrera tenían que permanecer en el hospital para completar su formación. También y por primera vez, sacó a los estudiantes de las aulas y los llevó a las salas de enfermos para enseñarles en directo los métodos de exploración y diagnóstico. Utiliza por primera vez en los Estados Unidos un aparato para medir la tensión arterial y es también el primero en utilizar el extracto de tiroides para el tratamiento de la insuficiencia tiroidea. Como los emolumentos como profesor no eran importantes, Osler, al igual que los otros profesores de Hopkins, se aplicó con éxito en la consulta privada. Esto le proporcionó importante ingresos económicos que fueron mal vistos por otros colegas. Fue entonces cuando se suscita la controversia sobre si los miembros de la facultad deben serlo con dedicación exclusiva o si se les ha de permitir el ejercicio privado fuera de la Universidad. Esta controversia haría correr ríos de tinta en los Estados Unidos durante la siguiente generación. Es también en estos años cuando William Osler inicia su interés por los libros antiguos y adquiere ediciones de algunos ejemplares de Platón, Cicerón y Shakespeare entre otros.
LA ETAPA FINAL. OXFORD
La paulatina transformación de Johns Hopkins en una institución más inclinada a la investigación y a la dedicación exclusiva de sus profesores, hizo pensar a Osler que su etapa en esta Universidad estaba llegando a su fin. Al mismo tiempo, en Inglaterra pasaban cosas. La Universidad de Oxford estaba en horas bajas y su facultad de medicina no tenía el nivel mínimo exigido. Sus alumnos estudiaban un año en Oxford pero después debían trasladarse durante otro año a los hospitales de Londres para completar su formación práctica. Después regresaban a Oxford para los exámenes finales. Así las cosas, la Universidad de Oxford ofrece a William Osler, ya convertido en una eminencia reconocida mundialmente, el puesto de profesor Regio de Medicina. Este puesto es más bien representativo y tiene algunas, pero pocas, obligaciones clínicas. Osler, con 56 años, piensa que podría ser un buen colofón para su carrera y finalmente acepta.
En 1905, William Osler, su esposa Grace y su hijo Revere, se instalan en el nº 7 de Norham Gardens de Oxford, residencia que iba a ser un foco de vida social y profesional durante los años siguientes. Allí recibió a escritores como Mark Twain y Rudyard Kipling. También fue centro de reunión para los numerosos estudiantes americanos que acudían a Oxford como becarios de la fundación Rhodes.
Pero todo esto no suponía una dejación de sus obligaciones médicas. Osler acudía semanalmente a su consulta de la Radcliffe Infirmary, el gran hospital de Oxford. Revisó varias ediciones, poniéndolas al día, de su Principles and Practice of Medicine, que seguía siendo muy popular y que le proporcionaron importantes ingresos. Dedicó algún tiempo a sus pacientes privados y a aumentar su colección de ediciones de libros antiguos. En 1912 fue nombrado Baronet por el Rey y así se convirtió en Sir William Osler.
LA GRAN GUERRA
La Primera Guerra Mundial supone un cisma importante en el campo de la medicina. Alemania y el Imperio Austro Húngaro, declaran la guerra a las potencias del Entente entre las que se encuentra El Reino Unido. Los científicos alemanes y austriacos considerados los mejores del mundo y con los que habían estudiado muchos médicos europeos y americanos, entre ellos William Osler, apoyaron a Alemania. Esto iba a suponer, a la postre, el final de la hegemonía médica de Alemania, que ya nunca se recuperaría. Pero además la guerra supuso una tragedia personal para la sociedad británica incluyendo a su clase médica. Miles de jóvenes, muchos de ellos hijos de médicos, murieron en acto de combate. Gran Bretaña se llenó de familias que lloraban la desaparición de uno o varios de sus hijos. La muerte estaba por todas partes. El 29 de agosto de 1917 Revere, el hijo único de los Osler, que militaba en la 59 Brigada de la Real Artillería de Campo, es alcanzado por la explosión de un proyectil alemán y muere. Fue enterrado en el mismo campo de batalla, en Bélgica. Los Osler pierden a su único hijo, pérdida de la que no se recuperarán nunca.
EL FINAL
Terminada la guerra Osler, que había envejecido rápidamente a causa de tanta tragedia, vuelve a la actividad para intentar olvidar. Reanuda sus consultas en el Radcliffe Infirmary y sobre todo dedica tiempo a catalogar su enorme biblioteca de libros clásicos e incunables médicos.
El 6 de octubre de 1919, Osler tuvo un episodio de bronquitis, otro más de los tantos que había tenido en su vida. Parecía que los bronquios eran su punto débil. Pero esta vez no se recuperó tan rápidamente como otras veces. La fiebre subió y los síntomas se agravaron. El propio Osler se diagnosticó a si mismo una pleuresía infectada. En su esputo se cultivó un Hemophilus Influenzae. Los antibióticos no existían todavía y los remedios sintomáticos no surtieron efecto. Un derrame pleural tuvo que ser evacuado en dos ocasiones mediante punción, obteniéndose una gran cantidad de líquido purulento. El diagnóstico era de absceso pulmonar. Sir Charles Gordon – Watson, un destacado cirujano de Londres fue llamado para realizar una toracotomía. En el propio dormitorio de Osler, extirpó 12 cm de la novena costilla derecha de Osler y evacuó el pus dejando un drenaje. Nada dio resultado. William Osler, uno de los médicos más famosos e su tiempo, falleció el 28 de diciembre de 1919. Tenía 70 años de edad
El cuerpo de Willim Osler fue incinerado. Sus cenizas, junto a las de su esposa Grace que murió en 1928, reposan en la Osler Library de la Universidad de McGill en Montreal. Su cerebro, extraído durante la autopsia según había dejado ordenado Osler, fue depositado en el Instituto Wistar de Anatomía y Biología de Filadelfia, que el propio Osler había contribuido a crear.
EL LEGADO DE OSLER
William Osler ha sido el último médico total en una época en que la especialización dejaba atrás los tiempos en que los médicos generales, los internistas que llamamos hoy, abarcaban todos los campos de la medicina. No hizo ningún descubrimiento importante y su nombre apenas aparece unido a un par de enfermedades como la Policitemia Rubra Vera o enfermedad de Vaquez- Osler y a los nódulos de Osler de la endocarditis bacteriana. Pero tuvo una gran influencia en la medicina de su tiempo, en gran parte debido a su personalidad arrolladora. Nunca ningún otro médico clínico ha influido tanto sobre sus colegas y estudiantes. Su texto The Principles and Practice of Medicine ha sido el libro de cabecera de varias generaciones de médicos de habla inglesa y por lo tanto de todo el mundo. Revolucionó la enseñanza de la medicina, trasladando las áridas lecciones en el aula a la cabecera del enfermo y a la sala de autopsias. Aplicó el concepto de médico interno por primera vez, concepto que todavía persiste en nuestro tiempo, que es imprescindible que la enseñanza se traslade al hospital.
Su formación humanista nos dejó un consejo. Aunque la medicina sea vuestra vocación, decía, cuidad también de tener alguna distracción u ocupación accesoria para manteneros en contacto con el mundo del arte, de las ciencias y de las letras. Este consejo sigue estando vigente en un mundo en el que la medicina tiende a convertirse en mera técnica que ha puesto en peligro la relación médico – enfermo, que es el núcleo duro de ser médico.
Para la realización de este testo hemos recurrido fundamentalmente a estas obras:
William Osler, Una Vida Entregada a la Medicina. Michael Bliss. Oxford University Press 1999. Ed. Española por Ergon 2006.
Historia de la Medicina. Brian Inglis. Ediciones Grijalbo 1968
Principles of Internal Medicine. Harrison. McGraw Hill 1974